VILLABANDIN: Estos días de responsos y crisantemos estuve en el...

Estos días de responsos y crisantemos estuve en el pueblo, así que ya supe de viva voz dónde pillaron las perdices que no codornices infraganti. Este plumaje pardo que se ve en la foto me despistó. Conservo su imagen nítida en mi retina desde que siendo niña convivió una con nosotros más de dos años. Su plumaje dorado las alas tricolores la pechuga que ni el mejor encaje de bolillo y los ojos, pico y patas, rojos.
Recuerdo el día que mi padre la cazó sin ningún esfuerzo a mano como a una gallina delante de casa. Había mucha nieve y ella revoloteaba sobre ella como una pánfila. Después, la vida que nos va enseñando todo, me enseñó que las perdices con la nieve se deslumbran y se aturden convirtiéndose en presa fácil para los depredadores incluidos los humanos.
Al principio estuvo muy triste, se negó a comer pero después empezó a hacerlo, a sentirse bien y estoy segura de que llegó a ser feliz en su cautiverio. Con la jaula en el corredor, enfrente de la guariza, cantaba con alegría impertérrita constantemente. Solía entablar dialogo con algún congénere que le respondía desde el monte.
Un día se prendó de ella la maestra de turno y mi madre en su benevolencia se la regaló. Pobrcita, puedo intuir su segunda agonía en la ciudad con la jaula colgada en un balcón que daba a otro edificio.
Cuando la maestra se presentó en casa a buscarla con una jaula de diseño bonito pero de tamaño más reducido que la que tenía, más rudimentaria pero también más amplia en la que podía dar paseos compulsivos como un preso en su celda, empecé a intuir lo que le deparaba el destino.