En el Instituto que representa la foto de cabecera pasé tres de los mejores años de mi vida. Recuerdo las clases de Juana, Gelines, Chelo, Bautista, Pedro, Ana María, Caridad y Orantes. En ellos supe encontrar lo mejor que poseo en la actualidad. Algunos ya no se encuentran entre nosotros, sin embargo su presencia permanace tan imborable como las montañas nevadas que se divisaban desde la ventana de cada aula.
Voy a Laciana una vez al año, y en sus paisajes me reconforto con la memoria de lo que fui, sin saber que los unos y la otra yacen solo en mi pensamiento, por mucho que me empeñe en buscar algo nuevo cada vez que los observo. Deben ser buenos los recuerdos, porque concilian paisaje y memoria sin querer, y probablemente sin saberlo nosotros mismos.
Voy a Laciana una vez al año, y en sus paisajes me reconforto con la memoria de lo que fui, sin saber que los unos y la otra yacen solo en mi pensamiento, por mucho que me empeñe en buscar algo nuevo cada vez que los observo. Deben ser buenos los recuerdos, porque concilian paisaje y memoria sin querer, y probablemente sin saberlo nosotros mismos.