CRÍTICA PICTÓRICA AL CUADRO DE ALBERTO RODRIGO TITULADO “LA CASA DE LA ABUELA” POR CARLOS ETXEBA
Alberto Rodrigo ha pintado un cuadro de reminiscencias familiares. Un paisaje a la acuarela que ya no existe, pero que tiene una gran hondura sicológica: la casa de la abuela.
En la actualidad todo ha cambiado. Sólo queda el cielo, en este caso de primavera, que como un espejo refleja una visión retrospectiva siempre dispuesta al recuerdo.
En primer plano se ve una franja de campo de Villacalabuey que sirve de prólogo a una pintura urbanística pueblerina donde en medio de una hilera de casas en trazos horizontales hay una que sobresale entre todas ellas, la casa de la abuela. En el plano superior está el cielo, testigo fiel inmisericorde de todo lo que se mueve debajo de sus grandes ojos azules.
La cuestión que se plantea en esta pintura es cómo se ha resaltado el color local de la casa para que sobresalga de las demás sin alterar el color local de todo el conjunto.
La inspiración de un pintor es una centella instantánea que ilumina su mente y que da solución definitiva a un problema colorístico de indudable dificultad técnica.
El cielo es azul celeste coronado por nubes blanquecinas en el horizonte. Las casas son pardas, verdosas, envejecidas concordes con el color térreo del paisaje situado en el primer plano. El color local del paisaje por consiguiente es pardo, verdoso y azul.
La casa de la abuela estaba pintada en un color verde azulado que el pintor ha sabido resaltar en la pintura dándola un matiz verde celeste que la hace resaltar claramente del resto de las demás casas del cuadro.
Este es el matiz pictórico primordial de este excelente cuadro de Alberto Rodrigo.
Alberto Rodrigo ha pintado un cuadro de reminiscencias familiares. Un paisaje a la acuarela que ya no existe, pero que tiene una gran hondura sicológica: la casa de la abuela.
En la actualidad todo ha cambiado. Sólo queda el cielo, en este caso de primavera, que como un espejo refleja una visión retrospectiva siempre dispuesta al recuerdo.
En primer plano se ve una franja de campo de Villacalabuey que sirve de prólogo a una pintura urbanística pueblerina donde en medio de una hilera de casas en trazos horizontales hay una que sobresale entre todas ellas, la casa de la abuela. En el plano superior está el cielo, testigo fiel inmisericorde de todo lo que se mueve debajo de sus grandes ojos azules.
La cuestión que se plantea en esta pintura es cómo se ha resaltado el color local de la casa para que sobresalga de las demás sin alterar el color local de todo el conjunto.
La inspiración de un pintor es una centella instantánea que ilumina su mente y que da solución definitiva a un problema colorístico de indudable dificultad técnica.
El cielo es azul celeste coronado por nubes blanquecinas en el horizonte. Las casas son pardas, verdosas, envejecidas concordes con el color térreo del paisaje situado en el primer plano. El color local del paisaje por consiguiente es pardo, verdoso y azul.
La casa de la abuela estaba pintada en un color verde azulado que el pintor ha sabido resaltar en la pintura dándola un matiz verde celeste que la hace resaltar claramente del resto de las demás casas del cuadro.
Este es el matiz pictórico primordial de este excelente cuadro de Alberto Rodrigo.