CRÍTICA PICTÓRICA AL CUADRO DE ALBERTO DRODIGO TITULADO “LA IGLESIA DESDE OTRA PERSPECTIVA” POR CARLOS ETXEBA
Un cuadro es entrañable para un pintor cuando se traslucen en su configuración unos rasgos sicológicos indicativos de una honda raíz afectiva. Instintívamente su mano lo va indicando.
En la mayoría de los cuadros configurados en varios planos, el primer plano es algo que va a servir como peldaño para realzar la belleza del segundo o tercer plano.
Sin embargo en este cuadro en el primer plano se ven reflejadas a la izquierda y a la derecha dos lados de unas casas pueblerinas, cortadas o sesgadas asimétricamente que no tienen en sí nada especial porque son precisamente las partes de las casas menos adecuadas para ser pintadas a no ser por el gato de la derecha inferior que corretea por entre la hierba.
El pintor ha querido que la mirada del observador se fije en el segundo plano, precisamente donde se ve por la parte superior la vieja espadaña de la iglesia de Villacalabuey.
Las casas sobre las que se asienta la espadaña, son también viejas casas pueblerinas sin ningún indicativo especial, cuyo único motivo es realzar la belleza del viejo campanario, vetusto recuerdo de tiempos pasados, sede natural del nido de una cigüeña que volverá cada año a realzar su belleza decrépita.
Al igual que el pastor pastorea a las ovejas observándolas y dirigiéndolas desde una loma superior, las viejas espadañas de las viejas iglesias de los vetustos pueblos españoles pastorean todas las miradas de las gentes y las dirigen hacia sus campanas cansadas de voces debilitadas por la fatiga del tiempo que se pierde entre los campos lejanos. De vez en cuando su voz, aún viva, se elevará suavemente hacia las nubes, precisamente esas nubes que en el cuadro revolotean alrededor de la espadaña dándola el realce pictórico y sicológico necesarios.
Una excelente acuarela de Alberto Rodrigo.
Un cuadro es entrañable para un pintor cuando se traslucen en su configuración unos rasgos sicológicos indicativos de una honda raíz afectiva. Instintívamente su mano lo va indicando.
En la mayoría de los cuadros configurados en varios planos, el primer plano es algo que va a servir como peldaño para realzar la belleza del segundo o tercer plano.
Sin embargo en este cuadro en el primer plano se ven reflejadas a la izquierda y a la derecha dos lados de unas casas pueblerinas, cortadas o sesgadas asimétricamente que no tienen en sí nada especial porque son precisamente las partes de las casas menos adecuadas para ser pintadas a no ser por el gato de la derecha inferior que corretea por entre la hierba.
El pintor ha querido que la mirada del observador se fije en el segundo plano, precisamente donde se ve por la parte superior la vieja espadaña de la iglesia de Villacalabuey.
Las casas sobre las que se asienta la espadaña, son también viejas casas pueblerinas sin ningún indicativo especial, cuyo único motivo es realzar la belleza del viejo campanario, vetusto recuerdo de tiempos pasados, sede natural del nido de una cigüeña que volverá cada año a realzar su belleza decrépita.
Al igual que el pastor pastorea a las ovejas observándolas y dirigiéndolas desde una loma superior, las viejas espadañas de las viejas iglesias de los vetustos pueblos españoles pastorean todas las miradas de las gentes y las dirigen hacia sus campanas cansadas de voces debilitadas por la fatiga del tiempo que se pierde entre los campos lejanos. De vez en cuando su voz, aún viva, se elevará suavemente hacia las nubes, precisamente esas nubes que en el cuadro revolotean alrededor de la espadaña dándola el realce pictórico y sicológico necesarios.
Una excelente acuarela de Alberto Rodrigo.