EL CUENTO DE LOS CHANCLEIROS
Bajaban por el Valle de Roan abajo, catorce cardadores y hombres ninguno. ¡Carajo! mira que te las cieño. Cuando, de repente, se encontraron con una partida de chancleiros que estaban tumbados pasando la noche a la sombra de unos chopos que había al borde del camino.
¿Qué hacéis ahí gente? Les dijo Félix el de Paula que era, como si dijéramos, el jefe de los cardadores. Uno de los chancleiros le respondió malhumorado: ¡Nosotros no somos gente! Somos una partida de chancleiros que estamos aquíapochefados esperando que salga el luceiro para caminar y haríais bien en seguir vuestro camino si no queréis entrar en pela con nosotros. De las palabras pasaron a las manos y allí se armó un zapatiesta de padre y señor mio.
Félix el de Paula cuenta de la batalla: yo como el más fuerte del grupo me fue por el más débil de los contrarios. ¡Si no me lo quitan me ahoga!.
Parece ser que, cuando se cansaron de zurrarse de lo lindo hicieron las paces y continuaron camino juntos hasta el pueblo de las Omañas, donde almorzaron con muy buen apetito en amor y compaña. Después, cada cual siguió su camino y aquí paz y después gloria.
FIN
Bajaban por el Valle de Roan abajo, catorce cardadores y hombres ninguno. ¡Carajo! mira que te las cieño. Cuando, de repente, se encontraron con una partida de chancleiros que estaban tumbados pasando la noche a la sombra de unos chopos que había al borde del camino.
¿Qué hacéis ahí gente? Les dijo Félix el de Paula que era, como si dijéramos, el jefe de los cardadores. Uno de los chancleiros le respondió malhumorado: ¡Nosotros no somos gente! Somos una partida de chancleiros que estamos aquíapochefados esperando que salga el luceiro para caminar y haríais bien en seguir vuestro camino si no queréis entrar en pela con nosotros. De las palabras pasaron a las manos y allí se armó un zapatiesta de padre y señor mio.
Félix el de Paula cuenta de la batalla: yo como el más fuerte del grupo me fue por el más débil de los contrarios. ¡Si no me lo quitan me ahoga!.
Parece ser que, cuando se cansaron de zurrarse de lo lindo hicieron las paces y continuaron camino juntos hasta el pueblo de las Omañas, donde almorzaron con muy buen apetito en amor y compaña. Después, cada cual siguió su camino y aquí paz y después gloria.
FIN