CUENTO DEL BURRO Y EL LOBO
Hace tiempo, cuando había vecera de burros se llevaban a pastar a las “Pinillas” y otros pagos del pueblo, que no eran muy aptos para el ganado vacuno.
Sucedió cierto día que, uno de los integrantes del grupo, ya viejo y que andaba un poco cojo, se quedo rezagado del resto olisqueando unos cardos muy apetitosos.
El lobo que, desde la ladera de la “Cotada” oteaba el panorama, vio la ocasión propicia y cruzando el río de Soto, se plantó en un santiamén al lado del burro con la santa intención de merendárselo enterito.
“Burro: le dijo el lobo - un lobo joven y todavía neófito en lides de caza- tengo que comerte no me queda más remedio es ley de vida y supervivencia, espero que comprendas…”
Dijo el asno: “Mucha verdad es esa, pero me vas a comer porque me hace daño esta herradura de la pata trasera derecha, de no ser así no me hubieras cogido. Sólo te pido un favor: En la herradura viene impreso el nombre del herrero que me la puso, no me acuerdo quien fue. Hazme el favor de mirar las iniciales y avísale para que en lo sucesivo sea más cuidadoso en su trabajo y ningún compañero mío se vea en estas desgracias”.
Quedo convencido el lobo y accediendo al ruego del burro se inclinó sobre la pata alzada del burro y comenzó a leer: R….?
En ese momento el burro le soltó tal descomunal coz que, el pobre lobito estuvo comiendo papilla de carne treinta días.
Feliz el burro se alejó cojeando mientras decía:
“ ¡Ay simple! ¡simple!
grande ha sido tu simpleza,
¿por qué te pones a leer,
si no conoces una letra?”
Hace tiempo, cuando había vecera de burros se llevaban a pastar a las “Pinillas” y otros pagos del pueblo, que no eran muy aptos para el ganado vacuno.
Sucedió cierto día que, uno de los integrantes del grupo, ya viejo y que andaba un poco cojo, se quedo rezagado del resto olisqueando unos cardos muy apetitosos.
El lobo que, desde la ladera de la “Cotada” oteaba el panorama, vio la ocasión propicia y cruzando el río de Soto, se plantó en un santiamén al lado del burro con la santa intención de merendárselo enterito.
“Burro: le dijo el lobo - un lobo joven y todavía neófito en lides de caza- tengo que comerte no me queda más remedio es ley de vida y supervivencia, espero que comprendas…”
Dijo el asno: “Mucha verdad es esa, pero me vas a comer porque me hace daño esta herradura de la pata trasera derecha, de no ser así no me hubieras cogido. Sólo te pido un favor: En la herradura viene impreso el nombre del herrero que me la puso, no me acuerdo quien fue. Hazme el favor de mirar las iniciales y avísale para que en lo sucesivo sea más cuidadoso en su trabajo y ningún compañero mío se vea en estas desgracias”.
Quedo convencido el lobo y accediendo al ruego del burro se inclinó sobre la pata alzada del burro y comenzó a leer: R….?
En ese momento el burro le soltó tal descomunal coz que, el pobre lobito estuvo comiendo papilla de carne treinta días.
Feliz el burro se alejó cojeando mientras decía:
“ ¡Ay simple! ¡simple!
grande ha sido tu simpleza,
¿por qué te pones a leer,
si no conoces una letra?”