Ya en casa y, una vez recuperado del remojón, cogió varias monedas de oro de las muchas que poseía y, con mucha parsimonia se dedicó a limarlas y reducirlas a fino polvo que almacenó en una pequeña bolsa.
“ ¡Pero Juan! ¿Qué estás haciendo? “Le increpó su esposa, vamos a dejarnos de tanto enfrentamiento. Ahora podemos marcharnos a cualquier lugar y vivir con desahogo, “cualquier día van a acabar contigo…..”
No consiguió la mujer convencer al terco marido que, tomando la bolsa se presentó en la cantina causando espanto y terror en las personas que le creían muerto y en el fondo del río.
“Tirar me habéis tirado al río”, les dijo Juan,”pero en vez de ahogarme mirad lo que he encontrado en las rocas del fondo” y les mostró la bolsa repleta de polvo de oro…
A la mañana siguiente, bien temprano, ya estaban los cuatro avariciosos lanzándose al agua una y otra vez sin conseguir tesoro alguno, sólo alguna bota vieja y tres o cuatro envases de sardinas oxidadas de tanto remojo.
Pasó así bastante tiempo, la avaricia y la envidia aconsejan muy mal y, de esta manera, cuando ya había pasado un mes de inmersiones, remojones, catarros y demás penurias a las que se sometieron los cuatro comenzaron a recapacitar sobre todo lo sucedido y vinieron a darse cuenta de todo lo equivocada y absurda que había sido su conducta.
De esta forma vamos a dar fin al relato, ya prolijo, de “Juan el tonto”: con unos bromistas arrepentidos y un Juan magnánimo y bueno a carta cabal que, no sólo les perdona sino que les ayuda a recuperarse en su maltrecha economía. Un final feliz para una historia que he escuchado de muy diferentes maneras y con muchos episodios a los que he dado una redacción más light, con la finalidad de hacerla apta para todos los públicos y suprimiendo también el episodio de “la miel de Alcarria” que, por escatológico no me pareció apto para insertar en este relato. Vale. F. A.
“ ¡Pero Juan! ¿Qué estás haciendo? “Le increpó su esposa, vamos a dejarnos de tanto enfrentamiento. Ahora podemos marcharnos a cualquier lugar y vivir con desahogo, “cualquier día van a acabar contigo…..”
No consiguió la mujer convencer al terco marido que, tomando la bolsa se presentó en la cantina causando espanto y terror en las personas que le creían muerto y en el fondo del río.
“Tirar me habéis tirado al río”, les dijo Juan,”pero en vez de ahogarme mirad lo que he encontrado en las rocas del fondo” y les mostró la bolsa repleta de polvo de oro…
A la mañana siguiente, bien temprano, ya estaban los cuatro avariciosos lanzándose al agua una y otra vez sin conseguir tesoro alguno, sólo alguna bota vieja y tres o cuatro envases de sardinas oxidadas de tanto remojo.
Pasó así bastante tiempo, la avaricia y la envidia aconsejan muy mal y, de esta manera, cuando ya había pasado un mes de inmersiones, remojones, catarros y demás penurias a las que se sometieron los cuatro comenzaron a recapacitar sobre todo lo sucedido y vinieron a darse cuenta de todo lo equivocada y absurda que había sido su conducta.
De esta forma vamos a dar fin al relato, ya prolijo, de “Juan el tonto”: con unos bromistas arrepentidos y un Juan magnánimo y bueno a carta cabal que, no sólo les perdona sino que les ayuda a recuperarse en su maltrecha economía. Un final feliz para una historia que he escuchado de muy diferentes maneras y con muchos episodios a los que he dado una redacción más light, con la finalidad de hacerla apta para todos los públicos y suprimiendo también el episodio de “la miel de Alcarria” que, por escatológico no me pareció apto para insertar en este relato. Vale. F. A.