El segundo Marqués de Villafranca, Pedro de
Toledo, se planteó la construcción de un soberbio
edificio en el siglo XVI, el cual corresponde a la
Iglesia que hoy podemos visitar, y sobre todo, que fuese testimonio y
reflejo del poderío del Marqués en esta época concreta.
Su trazado se realiza bajo un
Gótico tardío con elementos propios Renacentistas y fundamentalmente Barrocos, y nos sorprende la parte de los pies de la Iglesia donde se puede ver que se trata de un edificio inacabado.
Originalmente se trataba de un
monasterio de la orden de Cluny, donado (entre otros) por la Reina Doña Urraca I de
León a dicha orden en 1110.