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Cuantos y que bonitos recuerdos vienen a mi mente, de aquellos años de juventud pasados en ese querido pueblo.
Cuantas horas pasadas tirando del fuelle de la fragua para mantener el fuego, mientras mi tío Agustín golpeaba con el martillo en el yunque.
Cuantas esfuerzos de mis tiernas piernas para hacer girar aquella piedra de afilar.
Cuantos esfuerzos con mis brazos para hacer girar aquel volante del taladro vertical situado a la derecha de la puerta de entrada de la fragua.
Que ilusión recordar los madrugones con el cacho en la mano, para tocar las campanas de la iglesia, y llevar el ganado a pastar para regresar a la hora de trillar.
Cuantos viajes a diversas lagunas para cazar, o pescar ranas.
Cuantos partidos de pelota mano en aquel trinquete.
Aquellos madrugones para acompañar a mis tíos a segar, o acarrear.
Aquellos baños en el puente del camino de Villamartín.
Aquellos viajes a los pueblos cercanos con aquella destartalada bicicleta de mi tío Agustín.
En fin, podría seguir durante horas. Parte de mi corazón, quedo en ese pueblo donde mi madre nació, y a donde año tras año volvia con la misma ilusión, y tristeza a la hora de tener que regresar una vez acabadas las vacaciones.
Besos para toda mi familia, y un fuerte abrazo para todos mis compañeros de entonces, con quienes tan buenos ratos pase.
Carmelo López Prado.
Cuantas horas pasadas tirando del fuelle de la fragua para mantener el fuego, mientras mi tío Agustín golpeaba con el martillo en el yunque.
Cuantas esfuerzos de mis tiernas piernas para hacer girar aquella piedra de afilar.
Cuantos esfuerzos con mis brazos para hacer girar aquel volante del taladro vertical situado a la derecha de la puerta de entrada de la fragua.
Que ilusión recordar los madrugones con el cacho en la mano, para tocar las campanas de la iglesia, y llevar el ganado a pastar para regresar a la hora de trillar.
Cuantos viajes a diversas lagunas para cazar, o pescar ranas.
Cuantos partidos de pelota mano en aquel trinquete.
Aquellos madrugones para acompañar a mis tíos a segar, o acarrear.
Aquellos baños en el puente del camino de Villamartín.
Aquellos viajes a los pueblos cercanos con aquella destartalada bicicleta de mi tío Agustín.
En fin, podría seguir durante horas. Parte de mi corazón, quedo en ese pueblo donde mi madre nació, y a donde año tras año volvia con la misma ilusión, y tristeza a la hora de tener que regresar una vez acabadas las vacaciones.
Besos para toda mi familia, y un fuerte abrazo para todos mis compañeros de entonces, con quienes tan buenos ratos pase.
Carmelo López Prado.