Había una vez una luna que envidiaba al sol porque, según decía, él podía verte todos los días y darte calor.
Mientras tanto, se contaba que ese mismo sol, a su vez, envidiaba a la luna porque podía tenerte todas las
noches y cuidar de tus sueños.
Pero lo más extraño es que yo, que quise ser tu luna y tu sol, solo soy el escritor de este minúsculo cuento que no relata como tus promesas se escribieron en el
agua, ni habla de tu para siempre, grabado en la arena que se llevó el viento, sino que solo
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