Sabías el origen de la expresión LA FURIA ESPAÑOLA en lo referente al carácter de la selección española de fútbol?
Tuvo su origen en una anéctoda.
Surgió el 1 de septiembre de 1920 en Amberes, durante los Juegos Olímpicos. La selección española de fútbol —creada para la ocasión— se enfrentaba a Suecia y el encuentro transcurría trabado por la dureza del equipo sueco, que había conseguido adelantarse en el marcador. Mediada la segunda parte, Sabino Bilbao se dispuso a lanzar una falta, y en el área, José María Belausteguigoitia, alias Belauste, lanzó una voz que recogieron los periodistas en sus crónicas: “ ¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!”.
Así fue. Belauste —un gigante para la época, con 1,93 m y 95 kg— arrolló en su remate a varios jugadores, de tal manera que introdujo en el marco contrario no tan solo el balón, sino su propia persona y varios jugadores suecos, incluido el portero.
Al día siguiente, un periódico holandés tituló: “La furia española”.
Pero no era esa una frase recién acuñada. Fue utilizada en referencia al hecho original que causó la expresión: el saqueo de Amberes llevado a cabo por los Tercios de Flandes españoles en noviembre de 1576.
El 1 de septiembre de 1575 se produjo la segunda quiebra de la Hacienda Real de Felipe II. Así era imposible abonar las pagas que se debían a los soldados del ejército de Flandes, algunas de cuyas unidades llevaban más de dos años y medio sin cobrar.
Para subsistir tenían que vivir de la población, a la que usualmente robaban. En julio de 1576 un Tercio se amotinó y ocupó la ciudad de Aalst para saquearla. El Consejo de Estado —apoyándose en la indignación por los desórdenes y el cansancio de la guerra— autorizó a la población de los Países Bajos a que se armase para ayudar a las tropas rebeldes holandesas. Aprovechando la situación, intentaron apoderarse del castillo de Amberes.
El 3 de octubre las tropas rebeldes entraron en Amberes y tomaron posiciones para asaltar el castillo defendido por tropas españolas. Los amotinados de Aalst y otras unidades acudieron al lugar al enterarse del ataque y, a pesar de que las tropas rebeldes eran mucho más numerosas, los soldados españoles se lanzaron al ataque por las calles de la ciudad haciendo huir a los holandeses y procediendo al saqueo de la ciudad. Un saqueo que se extendió a lo largo de tres días, en el que se cometieron tales desmanes que se contaron los muertos por millares.
La indignación de las provincias y el Consejo de Estado por el saqueo fue mayúscula. El día 8 de noviembre se firmó la pacificación de Gante que exigía la salida de los soldados españoles de los Países Bajos.
Tuvo su origen en una anéctoda.
Surgió el 1 de septiembre de 1920 en Amberes, durante los Juegos Olímpicos. La selección española de fútbol —creada para la ocasión— se enfrentaba a Suecia y el encuentro transcurría trabado por la dureza del equipo sueco, que había conseguido adelantarse en el marcador. Mediada la segunda parte, Sabino Bilbao se dispuso a lanzar una falta, y en el área, José María Belausteguigoitia, alias Belauste, lanzó una voz que recogieron los periodistas en sus crónicas: “ ¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!”.
Así fue. Belauste —un gigante para la época, con 1,93 m y 95 kg— arrolló en su remate a varios jugadores, de tal manera que introdujo en el marco contrario no tan solo el balón, sino su propia persona y varios jugadores suecos, incluido el portero.
Al día siguiente, un periódico holandés tituló: “La furia española”.
Pero no era esa una frase recién acuñada. Fue utilizada en referencia al hecho original que causó la expresión: el saqueo de Amberes llevado a cabo por los Tercios de Flandes españoles en noviembre de 1576.
El 1 de septiembre de 1575 se produjo la segunda quiebra de la Hacienda Real de Felipe II. Así era imposible abonar las pagas que se debían a los soldados del ejército de Flandes, algunas de cuyas unidades llevaban más de dos años y medio sin cobrar.
Para subsistir tenían que vivir de la población, a la que usualmente robaban. En julio de 1576 un Tercio se amotinó y ocupó la ciudad de Aalst para saquearla. El Consejo de Estado —apoyándose en la indignación por los desórdenes y el cansancio de la guerra— autorizó a la población de los Países Bajos a que se armase para ayudar a las tropas rebeldes holandesas. Aprovechando la situación, intentaron apoderarse del castillo de Amberes.
El 3 de octubre las tropas rebeldes entraron en Amberes y tomaron posiciones para asaltar el castillo defendido por tropas españolas. Los amotinados de Aalst y otras unidades acudieron al lugar al enterarse del ataque y, a pesar de que las tropas rebeldes eran mucho más numerosas, los soldados españoles se lanzaron al ataque por las calles de la ciudad haciendo huir a los holandeses y procediendo al saqueo de la ciudad. Un saqueo que se extendió a lo largo de tres días, en el que se cometieron tales desmanes que se contaron los muertos por millares.
La indignación de las provincias y el Consejo de Estado por el saqueo fue mayúscula. El día 8 de noviembre se firmó la pacificación de Gante que exigía la salida de los soldados españoles de los Países Bajos.