Las fresas que originariamente nacían en los bosques europeos nada tienen que ver ya con las fresas cultivadas que encontramos en el mercado. Más pequeñas, delicadas y con un sabor más intenso que el del fresón, como mejor se aprecia la textura y el aroma de la fresa silvestre es al natural. Ideal para preparar mousse, cremas, gelatinas, mermelada y helados, también se puede recurrir a ella entera o a trocitos para decorar o rellenar tartaletas y pasteles.