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AGUILAR DE CAMPOO: DE ESCAPADA...

DE ESCAPADA
El regusto de los siglos.

Covalagua. Naturaleza e historia en la montaña palentina.

15.10.11 - 02:25 -
ANTXON AGUIRRE SORONDO |

De puente a puente, la corriente nos lleva hacia dos semanas con sucesivos martes feriados. Ocasión para desempolvar planes fuera de nuestra geografía habitual, para conocer tierras y ámbitos menos frecuentados.

Hoy quiero hablarles de una zona que me gusta especialmente: el Espacio Natural de Covalagua. Está al norte de Palencia, en frontera con Cantabria, a menos de tres horas de Gipuzkoa yendo por Bilbao-Torrelavega-Aguilar de Campoo, o por Vitoria-Miranda de Ebro-Revilla de Pomar.

En esa última localidad nos aguarda nuestro primer destino: la Cueva de los Franceses, nombre que obedece a que allí fueron arrojados los soldados napoleónicos muertos en un choque bélico el año 1808.

La gran escenografía natural que arropa ese subsuelo no sería descubierta hasta un siglo más tarde, en 1904. Son dos grandes salas con estalactitas y formaciones calcáreas formando un espacio mágico, subrayado por una iluminación colorista, teatral, que otorga matices a los distintos niveles, los relieves y los rincones. El recorrido, de unos 500 m, nos sumerge en un universo paralelo formado durante millones de años de silencio. Abre de martes a domingo (reservar hora en el teléfono 659 949998 o en www. lacuevadelosfranceses. es).

En el centro de recepción de la cueva haremos acopio de la información necesaria sobre toda la zona del Páramo de la Lora. Hay distintas posibilidades.

Nadie deja de subir hasta la parte alta, donde la carretera termina, para asomarse al mirador de Valcabado, una quilla de barco sobre el inmenso océano verde y piedra del valle visible hasta Valderredible, en Cantabria, al otro lado del río Ebro.

Un panel informa de que en este privilegiado lugar se instaló un poblado ibero: prueba de que ya entonces sabían elegir bien el emplazamiento de sus "chalecitos".

Cerca está el Pozo de los Lobos, donde hasta no hace muchos años se hacía precipitar a los lobos en las batidas anuales. O sea, lo que aquí llamamos un "otsaleku".

En proximidad a la cueva hay restos de cinco menhires, algunos de hasta 5 metros de altura. Y si seguimos la carretera que serpenteando se desliza hacia el valle encontraremos iglesias románicas como San Martín de Vadelomar, en un entorno con habitáculos rupestres donde vivían los primitivos cristianos eremitas.

Naturaleza esplendorosa y naturaleza subterránea, lucha por la vida, arte, creencias... Recorriendo los pueblos de la montaña palentina saboreamos todos los regustos de la Vieja Castilla.