Historia,
LA FUENTE LA GALLINA
¿Qué fuente no tiene su historia o su leyenda? Muy pocas.
En el Norte Palentino, cerca de Alar del Rey, hay una fuente que todo el mundo conoce con el nombre curioso de "Fuente de la gallina", pero lo que no saben todos es el relato que se cierne sobre ella.
Cuentan que en la Edad Media el señor de estos lugares, dueño de vidas y haciendas, exigia a los vecinos del poblado próximo a dicha fuente una gallina al año como tributo por el uso y consumo del agua fresca y deliciosa como pocas.
Entonces una gallina era un impuesto elevado. Pero el agua de aquella fuente bien lo merecía. Total, que por navidades, el señor de horca y cuchillo cobraba su tributo gallináceo. Así, la fuente inevitablemente se llamó "Fuente de la Gallina". A pesar de tener cerca el Pisuerga y otras fuentes o manantiales, era muchos sus usuarios.
Pasaron años y años, un buen día, sin saber porqué, el agua desapareció o se negó a salir. ¿Que ocurrió?. Seguramente la fuente, cansada de contribuir al egoismo del rico propietario, rehusó producir más, como se cansa el árbol viejo y se niega a dar más frutas o el tordo de silbar y se calla para siempre.
¿Que hacer? Resignación. Las pobres gentes se quedaron sin su agua fresca y deliciosa. Por el contrario aquel año disfrutaron de una gallina más, lo uno compensó lo otro. El que no se resigno fue el cacique.
No estaba dispuesto a perder su privilegio. Convocó a las gentes y les vociferó;
-¡Me daréis la gallina igualmente! ¡Yo no tengo la culpa que la fuente se seque! ¡Quizá mañana vuelva a dar agua! ¡Tiene que volver a dar!
-¡Nosotros tampoco tenemos la culpa! ¿Pagamos por el agua, no por una fuente muerta!
El pueblo se unió en un solo bloque y nada pudo hacer el señor ante ellos. Herido en su orgullo de mandamás, no cejó en su empeño. Amenazó fuertemente. Aplicó castigos. Todo resultó inútil. Pasaban los meses y el agua seguía sin aparecer. Los vasallos continuaron en sus trece de no soltar la gallina.
El cacique pensó esperar, tener paciencia; la época de las lluvias otoñales estaba cerca... Y, en cuanto volvieran a dar agua, cobraría doble impuesto.
Los calculos le salieron mal. Pasó la primavera y las lluvias y la fuente no volvió a dar ni una gota más del sabroso líquido. Pasó un año. Nevó más que nunca y la fuente siguió igual, muda, tozuda y justiciera.
-Esto no puede ser -pensaba desesperado e iracundo el cacique.
-Ahí tiene que haber gato encerrado -le aconsejó mal su hombre de confianza.
-La examinaremos palmo a palmo. Pondré vigilancia. Puede que estas malas gentes me estén engañando.
Todos los contornos de la fuente fueron investigados a fondo, con mimo. Ni el menor indicio de manipulación. Las gentes humildes de aquel poblado se reían por dentro, gozaban con su triunfo a medias, viendo la desesperación del señor. Al fin y al cabo, ellos tenían agua de sobra, tanto en el río como en otras fuentes, aunque la mayoria echaba de menos la calidad de la "Fuente de la Gallina". Pero el abuso del cacique durante años y años ahora se veía pisoteado.
El dueño de aquellas tierras se vengó humillando y explotando a sus vasallos en cuanto pudo, hasta que sonó su hora definitiva.
Todos se alegraron, pero respetuosos se quitaron el gorro, bajaron la cabeza y rezaron ante el cadáver del explotador. La muerte estaba por encima de los abusos, de los rencores y las venganzas.
Cuando las campanas de la iglesia del pueblo dejaron oír su primer toque a muerto, algo cambió en el aire. Todos lo presintieron. Al instante apareció el pastor gritando a pleno pulmón:
-¡La Fuente!¿La"Fuente de la Gallina"ha vuelto!
Nadie daba crédito a lo que oía, pero todos corrieron hacia el lugar. La "Fuente de la Gallina" había despertado de su letargo. Todos estaban convencidos que la fuente acudió al oír las campanas lentas y especiadas por la muerte del cacique. El agua ahora salía más rica que antes. Al menos, así les parecía a aquellas pobres y felices gentes. Todos pronunciaron inevitablemente la palabra milagro.
La "Fuente de la Gallina" volvió a ser lo que era, aunque sus usuarios ya no volvieron a pagar su impuesto por aquella agua con duende. Los herederos del señor no se atrevieron a cobrar su tributo ante el prodigio.
Todavía hoy existe esta fuente. Y todavía se la denomina "Fuente de la Gallina". Este relato rara vez se cuenta, porque todo el que se acerca a ella se preocupa más del agua clara, rica y aplacadora de calores y sabores.
LA FUENTE LA GALLINA
¿Qué fuente no tiene su historia o su leyenda? Muy pocas.
En el Norte Palentino, cerca de Alar del Rey, hay una fuente que todo el mundo conoce con el nombre curioso de "Fuente de la gallina", pero lo que no saben todos es el relato que se cierne sobre ella.
Cuentan que en la Edad Media el señor de estos lugares, dueño de vidas y haciendas, exigia a los vecinos del poblado próximo a dicha fuente una gallina al año como tributo por el uso y consumo del agua fresca y deliciosa como pocas.
Entonces una gallina era un impuesto elevado. Pero el agua de aquella fuente bien lo merecía. Total, que por navidades, el señor de horca y cuchillo cobraba su tributo gallináceo. Así, la fuente inevitablemente se llamó "Fuente de la Gallina". A pesar de tener cerca el Pisuerga y otras fuentes o manantiales, era muchos sus usuarios.
Pasaron años y años, un buen día, sin saber porqué, el agua desapareció o se negó a salir. ¿Que ocurrió?. Seguramente la fuente, cansada de contribuir al egoismo del rico propietario, rehusó producir más, como se cansa el árbol viejo y se niega a dar más frutas o el tordo de silbar y se calla para siempre.
¿Que hacer? Resignación. Las pobres gentes se quedaron sin su agua fresca y deliciosa. Por el contrario aquel año disfrutaron de una gallina más, lo uno compensó lo otro. El que no se resigno fue el cacique.
No estaba dispuesto a perder su privilegio. Convocó a las gentes y les vociferó;
-¡Me daréis la gallina igualmente! ¡Yo no tengo la culpa que la fuente se seque! ¡Quizá mañana vuelva a dar agua! ¡Tiene que volver a dar!
-¡Nosotros tampoco tenemos la culpa! ¿Pagamos por el agua, no por una fuente muerta!
El pueblo se unió en un solo bloque y nada pudo hacer el señor ante ellos. Herido en su orgullo de mandamás, no cejó en su empeño. Amenazó fuertemente. Aplicó castigos. Todo resultó inútil. Pasaban los meses y el agua seguía sin aparecer. Los vasallos continuaron en sus trece de no soltar la gallina.
El cacique pensó esperar, tener paciencia; la época de las lluvias otoñales estaba cerca... Y, en cuanto volvieran a dar agua, cobraría doble impuesto.
Los calculos le salieron mal. Pasó la primavera y las lluvias y la fuente no volvió a dar ni una gota más del sabroso líquido. Pasó un año. Nevó más que nunca y la fuente siguió igual, muda, tozuda y justiciera.
-Esto no puede ser -pensaba desesperado e iracundo el cacique.
-Ahí tiene que haber gato encerrado -le aconsejó mal su hombre de confianza.
-La examinaremos palmo a palmo. Pondré vigilancia. Puede que estas malas gentes me estén engañando.
Todos los contornos de la fuente fueron investigados a fondo, con mimo. Ni el menor indicio de manipulación. Las gentes humildes de aquel poblado se reían por dentro, gozaban con su triunfo a medias, viendo la desesperación del señor. Al fin y al cabo, ellos tenían agua de sobra, tanto en el río como en otras fuentes, aunque la mayoria echaba de menos la calidad de la "Fuente de la Gallina". Pero el abuso del cacique durante años y años ahora se veía pisoteado.
El dueño de aquellas tierras se vengó humillando y explotando a sus vasallos en cuanto pudo, hasta que sonó su hora definitiva.
Todos se alegraron, pero respetuosos se quitaron el gorro, bajaron la cabeza y rezaron ante el cadáver del explotador. La muerte estaba por encima de los abusos, de los rencores y las venganzas.
Cuando las campanas de la iglesia del pueblo dejaron oír su primer toque a muerto, algo cambió en el aire. Todos lo presintieron. Al instante apareció el pastor gritando a pleno pulmón:
-¡La Fuente!¿La"Fuente de la Gallina"ha vuelto!
Nadie daba crédito a lo que oía, pero todos corrieron hacia el lugar. La "Fuente de la Gallina" había despertado de su letargo. Todos estaban convencidos que la fuente acudió al oír las campanas lentas y especiadas por la muerte del cacique. El agua ahora salía más rica que antes. Al menos, así les parecía a aquellas pobres y felices gentes. Todos pronunciaron inevitablemente la palabra milagro.
La "Fuente de la Gallina" volvió a ser lo que era, aunque sus usuarios ya no volvieron a pagar su impuesto por aquella agua con duende. Los herederos del señor no se atrevieron a cobrar su tributo ante el prodigio.
Todavía hoy existe esta fuente. Y todavía se la denomina "Fuente de la Gallina". Este relato rara vez se cuenta, porque todo el que se acerca a ella se preocupa más del agua clara, rica y aplacadora de calores y sabores.