Los dos viejos que tenían aspecto de verdugos
o de aves
carroñeras, asintieron con la cabeza
sin pronunciar palabra, Belzunegui se despidió
moviendo los dedos de la mano como si fuera una
señorita y descendió por la
escalera del
coro
para perderse entre las oscuridades del templo.
OSCAR ESQUIVIAS.