nos asomamos al corredor para asegurarnos de
que sor Hortensia había desaparecido. Luego,
con sigilo, nos deslizamos hasta el salon
por el que habiamos cruzado, las figuras
miserables seguían observandonos, con miradas
que iban desde la curiosidad al temor, y
en algún caso, la codicia.
CARLOS RUIZ ZAFÓN
que sor Hortensia había desaparecido. Luego,
con sigilo, nos deslizamos hasta el salon
por el que habiamos cruzado, las figuras
miserables seguían observandonos, con miradas
que iban desde la curiosidad al temor, y
en algún caso, la codicia.
CARLOS RUIZ ZAFÓN