Aceptar la invitación a la
boda, la
fiesta, al
buen
comer y beber, a disfrutar con los
amigos
o despreciarla para dedicarse a sus cosas,
las habituales, las rentables. Parece que a
partir de las
bodas de caná a Jesús le gustaba
hablar del reino con el signo de las bodas,
aunque comprobaba que no pocos se las perdían.
La invitación a la gran boda, el Reino, el proyecto
de Dios, no es para unos pocos, está lanzada por
los
caminos del mundo,"que vengan todos a la boda".
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