"El otro ocupante de la habitación
rozaba la cincuentena y era un
médico que
se encontraba allí en calidad de hijo. Fred
Simcox vivía solo en el piso de encima de
su consulta y dedicaba casi todo su tiempo
libre a tocar la batería y escuchar antiguos
discos de jazz. Al mirar a su padre sintió
un gran afecto por el anciano, que parecía
encarar la muerte, como tantos otros aconte-
cimientos de su prolongada vida, con una
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