"La sinuosa y estrecha carretera conducía directamente
hasta la ermita. Más arriba no había nada. Las luces
dibujaban las calles de una ciudad cuyas casas se esparcían
a su antojo creando formas iluminadas sobre un oscuro
fondo. Era noche cerrada, la tormenta había estallado
minutos antes, la lluvía se convertía en vertiginosos
rihachuelos que descendían ladera abajo.
Los limpiaparabrisas de la furgoneta no daban abasto
para desalojar el ingente caudal de agua que golpeaba
los cristales...