El camión se ha detendo junto a media docena de casas
desperdigadas, y hemos saltado a la carretera. El
terreno es áspero; una depresión entre cerros pelados,
los matojos violáceos y amarillos se agazapan al paso
del viento, que fdustiga la invernal procesión de
álamos. Cielo revuelto y gris; pesadas nubes que no
acaban de cerrar ni de aclararse. Tan solo son las
cuatro y parece de noche; siluetas de soldados se
recortan en el resplandor de las fogatas
Jose Luis Sampedro.