El cielo sobre sus cabezas era azul y estaba
despejado, pero Thomas no vio ni rastro del
sol, a pesar de la claridad del día. Las som-
bras que se movían lentamente por las paredes
no revelaban la hora ni la dirección; podría
ser temprano por la mañana o bien entrada la
tarde.
JAMES DASHNER. No siento el menor deseo de jugar en un
mundo en el que todos hacen trampa.
(Françoise Mauriac)