Cuando vi a Chatherina por primera
vez, ella lucía un vestido de color
carmesí intenso y hojeaba nerviosa-
mente una revista en mi sala de es-
pera. Era evidente que estaba sofo-
cada. Había pasado los veinte minu-
tos anteriores paseándose por el
pasillo, frente a los consultorios
del departamento de Psiquiatría,
tratando de convencerse de que de-
bía asistir a su entrevista conmi-
go en vez de echar a correr. Fuí a
la sala de espera para saludarla y
nos estrechamos la mano. Noté que
las suyas estaban frías y húmedas,
lo cual confirmaba su ansiedad.
BRIAN WEISS
vez, ella lucía un vestido de color
carmesí intenso y hojeaba nerviosa-
mente una revista en mi sala de es-
pera. Era evidente que estaba sofo-
cada. Había pasado los veinte minu-
tos anteriores paseándose por el
pasillo, frente a los consultorios
del departamento de Psiquiatría,
tratando de convencerse de que de-
bía asistir a su entrevista conmi-
go en vez de echar a correr. Fuí a
la sala de espera para saludarla y
nos estrechamos la mano. Noté que
las suyas estaban frías y húmedas,
lo cual confirmaba su ansiedad.
BRIAN WEISS