Eran las
noches en que crujian las maderas como
quejándose por haber sido arrancadas del bosque.
Las noches en que mi padre se despertaba gritando,
porque creía oír a un niño llorar. Pero el único
niño que lloraba era mi padre, aunque todos en
la
casa, menos él lo supieramos.
ANA MARÍA MATUTE.