el que tenga sed, venga a mí.
La liturgia del Sagrado Corazón, renovada
en 1928, se caracteriza por la apremiante
invitación de Jesús; "El que tenga sed, venga
a mí, y beba el que crea en mí".
Desde esta perspectiva, los devotos del Corazón
de Jesús no deben solo profundizar y purificar
sin descanso el propio amor por el Señor, para
saciarse de las fuentes de la salvación. Sino
también pretende ver a Dios amado por todos los
hombres y mujeres. Abrasados por este amor es
imposible no fijarse en el peligro que un mundo
sin amor corre de "morir entumecido", por ello
deben tratar de hacer lo posible para que el
amor del Corazón divino conquiste y transforme
el mayor número de personas.
La humanidad, tan desarrollada por la técnica,
corre grave peligro de perder el centro y de
perder las fuerzas del corazón. Ante esta situación
no podemos dejar de promover la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús. Todavía son hoy validas las palabras
del papa León XIII: "El corazón sacratísimo de Jesús
es un símbolo del amor inmutable de Cristo, un símbolo
que lleva por sí mismo a corresponder a este amor.
La liturgia del Sagrado Corazón, renovada
en 1928, se caracteriza por la apremiante
invitación de Jesús; "El que tenga sed, venga
a mí, y beba el que crea en mí".
Desde esta perspectiva, los devotos del Corazón
de Jesús no deben solo profundizar y purificar
sin descanso el propio amor por el Señor, para
saciarse de las fuentes de la salvación. Sino
también pretende ver a Dios amado por todos los
hombres y mujeres. Abrasados por este amor es
imposible no fijarse en el peligro que un mundo
sin amor corre de "morir entumecido", por ello
deben tratar de hacer lo posible para que el
amor del Corazón divino conquiste y transforme
el mayor número de personas.
La humanidad, tan desarrollada por la técnica,
corre grave peligro de perder el centro y de
perder las fuerzas del corazón. Ante esta situación
no podemos dejar de promover la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús. Todavía son hoy validas las palabras
del papa León XIII: "El corazón sacratísimo de Jesús
es un símbolo del amor inmutable de Cristo, un símbolo
que lleva por sí mismo a corresponder a este amor.