En realidad se intenta recordar tiempos pasados, cuando la
Feria de Ramos era la salida gloriosa de la
estación invernal y llegaba gente de un radio superior a cincuenta km, de
Cantabria, de
León, de
Burgos y por supuesto de la
Montaña Palentina. Venían los ganaderos a vender sus
ganados, arreando sus
vacas docenas de km y la
fiesta se prolongaba varios días, con el consiguiente regocijo de todos los servicios de la Villa, algo con
tradición de siglos. En lugares muy alejados, aun me los recuerdan los viejos, de sus caminatas para vender sus animales en un
mercado situado al aire libre, lloviera o nevara, en la ladera de la
iglesia...