La villa situada entre dos colinas. Calles llanas y espaciosas, una plaza cuadrangular con soportales, hervidero de gente las mañanas frescas de estío, y, por si fuera poco con sus atardeceres de ensueño cuando el sol tiñe de rosa los cejales. No faltan las boticas o farmacias donde los labradores vendían bolsas de cornezuelos para fabricar la ergotina, empleada para contener la hemorragia.