Erase una vez un lugar, y ese lugar tenía un
Castillo, enorme, fuerte, casi inexpugnable. Y sucedió que álguien quiso batirlo y lo intentó. Pero lo hizo con tan denuedo, que casi lo consiguió. Pero no del todo. Hoy todavía sus muros no han caido. Y no sólo no caen, sino que se refuerzan, se reconstruyen. Tiene fuerza ese Castillo. Tiene vida propia, diría yo. Se cuentan muchas leyendas, la de la espada, la del viento... Muchos misterios a su rededor. Pero si uno cierra los ojos, y escucha su
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