Yo no sé por qué
en momentos de sosiego,
se amontonan en mi mente
borbotones de recuerdos.
Recuerdos de gente de Herrera,
que conocí de muy niño
y que poco a poco se fueron
cuando acabó su
camino.
Valeriano y su laúd,
Hilario en la librería,
Arsenio y Ernesto Mahamud,
Eladio en la cacharrería,
el Sr. Tasio con su luz,
Isaías y Ciana en la
churrería.
D. Senén y D. Mariano,
maestros de la chiquillería,
el Sr. Claudio en los Salesianos,
Tino
Matanza en la relojería,
Pepe Franco y Macario, su hermano.
Salvador, Isaac y Antonio en la tahona,
la Trini, Armando, Manolo y su autocar,
D. Basilio y su pajarita,
Julio y sus
almendras, la Sra. Paz.
Conrado en la ebanistería,
D. Félix y D. Tanis,
Marcial en la sacristía,
Honorio, Luisito Arroyo y Julián,
La Sra. Sión y sus chucherías.
Isaías y la "rubia",
La Pacita y sus morcillas,
Angelillo con su orquesta,
Paco Bueno y la Petrilla.
Casilda y la Sra. Germana,
Vitorina
Campo en la pescadería,
el Sr. Demetrio y la electricidad,
Santos Morante en la barbería.
Emiliano, Narciso y
Foro,
Jamín Barriuso y Nicolasa,
Rofer y Nino Espinosa,
Melchor y su escopeta de
caza.
Y otros cientos de herrerenses
que me duele no citar.
Cientos de herrerenses que en el
cielo,
a
coro, alrededor de un
altar,
estarán cantando una Salve
a la
VIRGEN DE LA PIEDAD.
Con este poema de un herrerense me despido de ti,
y con la
foto de siemprevivas iras dentro de mi