En los años 50, la feria de Todos los Santos era muy concurrida y en frente de la entrada, uno o dos puestos donde se asaban y vendían chicharros o berdeles eran una atracción para la chiquillería verlos, envueltos en humos y buen olor a comida. Veíamos salir a ganado vendido y comprado por sus nuevos dueños (recuerdo mulas, machos, algunos caballos, yeguas y potrillos).