Hace ya muchos años que mi padre vendió la
huerta y muchos más que yo no la pisaba y todavía me acuerdo de subir con guindas en las orejas como si fueran pendientes y pararme en la chorquilla por si cogía algún renacuajo. Esas imágenes no se borran. Y los olores del
pueblo tampoco.
Un besito Lydia.