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SEÑA DE IDENTIDAD
Anécdota
En un curso en el que una participó hace ya algún tiempo, uno de los ponentes fue un erudito salesiano que poseía nada más y nada menos que siete titulaciones universitarias, entre ellas Medicina, una Ingeniería, Derecho y por supuesto Teología. Dada su sapiencia y su singular estilo era difícil seguirle. Yo me pase sus clases diciéndome:”solo sé que no sé nada”.
En la cena de clausura, ya en tono coloquial, este señor utilizó una expresión que me llamó poderosamente la atención.
Nombrándole por el apellido, le pregunté en tono afirmativo: ¿Tú eres de un pueblo de Salamanca, verdad? Efectivamente, resultó ser el hijo del maestro de mi suegro y de la maestra de mi suegra, a pesar de no haber pisado por allí desde el inicio de su pubertad, conservaba el acento y muchas de las expresiones del pueblo donde vivió su infancia.
Al año siguiente los del pueblo tuvieron el honor de contar con un excelente pregonero en sus Fiestas y él el placer del reencuentro con muchos de sus amigos de infancia, entre ellos la familia de mis suegros.
Anécdota
En un curso en el que una participó hace ya algún tiempo, uno de los ponentes fue un erudito salesiano que poseía nada más y nada menos que siete titulaciones universitarias, entre ellas Medicina, una Ingeniería, Derecho y por supuesto Teología. Dada su sapiencia y su singular estilo era difícil seguirle. Yo me pase sus clases diciéndome:”solo sé que no sé nada”.
En la cena de clausura, ya en tono coloquial, este señor utilizó una expresión que me llamó poderosamente la atención.
Nombrándole por el apellido, le pregunté en tono afirmativo: ¿Tú eres de un pueblo de Salamanca, verdad? Efectivamente, resultó ser el hijo del maestro de mi suegro y de la maestra de mi suegra, a pesar de no haber pisado por allí desde el inicio de su pubertad, conservaba el acento y muchas de las expresiones del pueblo donde vivió su infancia.
Al año siguiente los del pueblo tuvieron el honor de contar con un excelente pregonero en sus Fiestas y él el placer del reencuentro con muchos de sus amigos de infancia, entre ellos la familia de mis suegros.
Estando yo trabajando, oí un día a una señora decir que "le dolían los zancajos". No pude por menos que preguntarle que de donde era. Aunque la señora llevaba media vida viviendo en Barcelona, me dijo que de Becerril del Carpio.
Esto demuestra que nuestro vocabulario y nuestro acento nos delata, aunque a lo mejor nosotros ni nos demos cuenta. Ojalá lo conservemos siempre.
Esto demuestra que nuestro vocabulario y nuestro acento nos delata, aunque a lo mejor nosotros ni nos demos cuenta. Ojalá lo conservemos siempre.