La entrada en quintas, marcaba todo un hito en la vida de todo hombre, era como uno de los numerosos retos que le impone a uno la vida. Significaba en cierto modo el paso de la adolescencia a la vida adulta. Todos pendientes del sorteo, donde se decidía el regimiento, escuadrón o batería en el cual iban a servir a la Patria. Durante muchos años era normal que a uno lo mandasen a Ceuta y Melilla, lugares a los que casi nadie quería ir, por motivos obvios. Los más afortunados, aunque los enviasen lejos, pero cumplirían su mili dentro de la península. En Herrera este día que los mozos iban a ser llamados a filas, era festejado con gran alegría y diversión por parte de los futuros integrantes del Ejército Español. Por la mañana iban recorriendo las calles de la localidad, acompañados de una charanga o comparsa, que con su música le daba una sensación más alegre y vistosa, asimismo los quintos entonaban cánticos a los sones de los instrumentos del grupo que los acompañaba. A lo largo de su recorrido, los mozos iban pidiendo dinero por las casas de sus vecinos, con el fin de sufragar los gastos para sus comidas y cenas de hermandad, que tenían lugar durante todo ese fin de semana. El sábado por la tarde efectuaban el recorrido inicial con la música y por la noche se reunían en un restaurante herrerense para cenar todos juntos. Al día siguiente y en el salón de plenos de la casa consistorial, se llevaba a cabo el tallado y reconocimiento, por parte del médico de los que muy pronto se convertirían en soldados. Luego continuarían de nuevo con su particular pasacalles, antes del momento de la comida. A grandes rasgos, de como se celebraba una fecha tan especial y que tuvo su vigencia desde que el servicio militar obligatorio, fuese implantado en España allá en el siglo XVIII, por el rey Borbón Carlos III.