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HERRERA DE PISUERGA: Creo que el nombre estaba en la fachada, al lado de...

Este anuncio de la estupenda colección de "la trébede" me hace dudar de mi capacidad de observación e incluso de mi memoria fotográfica infantil. Nos descubre, al menos a mí, que la pastelería de Castañeda se llamaba La Perla.
Mi duda y mi pregunta es dónde figuraba tal denominación. ¿Hubo algún rótulo en la fachada?, ¿A caso figuraba en su interior o en el papel de envolver las bandejas de pasteles?
Si recuerdo las grandes letras en el dintel del bar CASTAÑEDA, acaso porque han permanecido desluciéndose en el tiempo hasta fechas recientes.
Esa pastelería, La Perla (ahora puedo rememorarla por su nombre, por vez primera), mostraba ante nuestros ojos unas atractivas baratijas de plástico llenos de bolitas de anís. Biberones, sifones, pistolas, lecheras y hasta el Topogigio en presentación transparente con cabeza de color. Me gustaban aquellos confites hasta que aparecieron los Conguitos y me trasladé a comprarlos a la tienda que abrió Melchor a mediados de los años 60 en la misma calle, junto a los ultramarinos de Alfonso el de la Paz.
Curioso cambio del gran banzo costoso de superar para acceder a la pastelería La Perla por el gran escalón a descender que permitía la entrada a la de Melchor, de la cual desconozco si tuvo nombre propio.

Creo que el nombre estaba en la fachada, al lado de la puerta y se leía de arriba a abajo. Seguramente lo haría mi tío Rofer del que recuerdo que tenía unas plantillas de cartón básicas, con la que se hacían todas las letras. En esos rótulos era una nota de calidad que las letras que se repetían fueran iguales, teniendo en cuenta que era totalmente manual su trazado. Luego se pintaban a mano y se fileteaban con pincel y regla en los trazos rectos; las curva a pulso. Mucho mérito, ahora con los programas de edición se hacen maravillas, antes se hacían obras de arte.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Otra anécdota de La Perla: una vez se celebró en la Perla un bautizo, yo era una cría y tiraron caramelos y pastas desde el balcón. Yo, como muchos críos estábamos en el callejón de enfrente. Había unos caramelos detrás de una bici y nadie los había visto, así que metí la mano cuidadosamente entre los radios para alcanzarlos y.... ¡se me cayó la bici encima! No sólo regresé a casa con magulladoras y arañazos, también me quedé sin los caramelos y las pastas. Un chiguito más listo, después de tener ... (ver texto completo)