Me pongo en la piel de Lara y su madre y ese día debió de ser un abanico de sentimientos díspares y contradictorios: alegría, tristeza, lágrimas y sonrisas, rodeadas del cariño de la gente pero solas, muy solas por la ausencia,... Pero, sobre todo, me imagino un día con mucha añoranza, tanta como el nombre del grupo de su padre. Me uno al grupo de los que no estuvimos, pero nos acordamos. Un abrazo para esta
familia que tiene que aprender, como otras muchas, a vivir sin él. Y mucho ánimo.