Mi apodo, como el de mi familia por la parte de mi madre, es "Segis" de mi abuelo Segismundo Dulcet, que heredó su nombre de Segismundo Moret, que es descendiente de Gaspar Dulcet y de Gaspar Remisa, muy ligados al Canal de Castilla. La vida le convirtió en un simpático y divertido borrachin que reía con los niños y que, incluso en su decadencia, mantuvo su dignidad y el amor y respeto por su mujer y su hija (mi abuela y mi madre). Esto es el recuerdo que yo tengo de un abuelo que no conocí. Lo demás no me importa ni me interesa. Es posible que a muchos les sonara a insulto pero a mí me sonaba a gloria cada vez que oía decir este es Pedrito "Segis". Yo iba camino de llamarme Segismundo pero nací la vispera de San Pedro y también en honor a mi tío Pedro.
Ahora he cambiado de apodo, Gigantea, sólo que ahora se llama "nick". Para mi el apodo no es un insulto, sino una distinción, Yo he sido primero "segis" también he sido "herrera", he sido "vecino", "hipy" "cartonpiedra" y muchos más. Gracias a ellos han distinguido a este Pedro de otros.
Me viene a la memoria una curiosa anécdota relacionada con esto de los apodos. Habiá una señora en Herrera que debía llamarse Floriana, aunque se la conocía por "Foriana", que se dedicaba a solear y varear la lana de los colchones con el fin de hacerlos más mullidos. Esta era una tarea de todo un día así que, aparte de pagarle el jornal, se le solía invitar a comer. Aquél día mi madre había hecho lentejas que parece que a mi hermano pequeño no le gustaban. Al preguntarle mi madre por qué no comía, su respuesta fué: "es que estas lentejas están forianas". Bastante azarados, instintivamente nuestra mirada se dirigió al rostro de la señora esperando una reacción airada, pero la buena señora ni se inmutó.
Saludos a todos y todas.
Ahora he cambiado de apodo, Gigantea, sólo que ahora se llama "nick". Para mi el apodo no es un insulto, sino una distinción, Yo he sido primero "segis" también he sido "herrera", he sido "vecino", "hipy" "cartonpiedra" y muchos más. Gracias a ellos han distinguido a este Pedro de otros.
Me viene a la memoria una curiosa anécdota relacionada con esto de los apodos. Habiá una señora en Herrera que debía llamarse Floriana, aunque se la conocía por "Foriana", que se dedicaba a solear y varear la lana de los colchones con el fin de hacerlos más mullidos. Esta era una tarea de todo un día así que, aparte de pagarle el jornal, se le solía invitar a comer. Aquél día mi madre había hecho lentejas que parece que a mi hermano pequeño no le gustaban. Al preguntarle mi madre por qué no comía, su respuesta fué: "es que estas lentejas están forianas". Bastante azarados, instintivamente nuestra mirada se dirigió al rostro de la señora esperando una reacción airada, pero la buena señora ni se inmutó.
Saludos a todos y todas.