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HERRERA DE PISUERGA: Lydia: te has olvidado de los renacuajos que cogiamos...

Para LuisaM, Carmina Garcia Puebla, la trébede, Tope y Josean. Como me agrada leer vuestros últimos mensajes en los que habláis y comentáis de hortelanos y productos de la huerta de Herrera, como bien dijo Lydia en su día en este foro. (Mucha cultura tiene Herrera de huertas y hortelanos). De este tema mucho se ha comentado en este foro, es un tema interesante del que se puede seguir hablando largo y tendido. Saludos.

¿Alguien ha llorado por un árbol o una planta? Yo, sí. El día que cortaron el manzano del huerto de mi abuelo Maudilio, reconozco que me llevé un disgusto y lloré de pena. Y no fui la única en la casa. Nos subíamos y bajábamos de él como monos. Y nos encantaban sus manzanas de todos los años.
Decía Saramago que la persona que más le enseñó en su vida, fue su padre, que no sabía leer ni escribir, pero que le enseñó a amar la naturaleza como nadie. Recordaba que cuando se mudaron del campo a la ciudad, su padre fue abrazando como despedida uno a uno, a todos los árboles que tenía.
Creo que entiendo perfectamente ese sentimiento. Supongo que todos los que han trabajado su propia parcela, huerto o huerta, saben más que nadie de estas cosas.

Precioso mensaje, Lydia, es todo un placer leerlo. A veces pienso lo mucho que se pierden los niños de ahora que no conocen de cerca el medio rural. Un beso.

Si, realmente tienes razón, Piedad. Aquellos tiempos ya no volverán. Antes, estábamos en contacto con la naturaleza de una manera, valga la redundancia, muy natural. Mi abuela tenía conejos y gallinas: se mataba un chino cada año, nos subíamos a la mula del carro del pan de mi abuelo. Si llovía, interrumpíamos el juego para ir a por caracoles, al castillo o cerca de la estación. Sabíamos de ligaternas, cogíamos grillos y no nos asustaban más de lo necesario los insectos que nos rodeaban...
Un verano, ya de mayor llevé a una amiga de Madrid al pueblo: le daba asco todo, nunca había visto una oveja, una vaca y una vez cuando bajamos a acompañar a mi amiga Violeta a buscar a su tío Julio al matadero, casi se desmaya al verle actuar de matarife (llevaba el cuchillo y el delantal manchado de sangre). Solo entonces me díi cuenta de lo privilegiadas que fuimos por habernos criado en el pueblo y haber sido testigos de cosas que nunca más se repetirán.
Yo pensaba que todo el mundo había visto vacas, patos, torcaces, perdices, codornices, golondrinas, gurriatos, truchas, cangrejos, etc, etc. Y por desgracia, no era cierto.
Y por mucho que intente pasar estas sensaciones a mi hija, ya son otras generaciones y encima viven en una ciudad que solo ve una vez al año pasar un rebaño por la cañada de la Puerta del Sol. Una desgracia. Un beso lleno de nostalgia y buen día para todos.

Lydia: te has olvidado de los renacuajos que cogiamos en la acequia, enfrente de la casa de la Matildina, en la chorquilla o en el Burejo, ¡anda que no pescabamos entonces,! y no nos daban ni miedo ni asco, lo mismo daba un cangrejo que un renacuajo, cogiamos todo lo que movía y se dejaba coger. Pasabamos horas y horas jugando en la calle, con nieve, con frio, sín miedo a nada, y todo el pueblo era nuestro. Yo sí he conseguido que mis hijos viviesen todo esto en el pueblo de su padre, al ser un pueblo pequeño, la vida allí es parecida a la que yo tuve de pequeña. Recuerdo un amigo de mis hijos, que venia con nosotros algún fin de semana y siémpre pedia a sus padres que le comprasen un pueblo. Hemos tenido suerte Lydia. Un beso y que tengas un buén dia tú también.