Frio era poco lo que pasábamos en aquellos crudos inviernos. Tengo grabada la imagen de mi padre al volver a casa por la noche con las cejas y el bigote totalmente blancos.
Al levantarme por la mañana, veía desde la ventana la nevada que había fuera y pensaba, ¡dios, y hay que ir al cole! En esos momentos me dolía la tripa, la garganta, tenía fiebre........, pero como era el cuento de cada día casi nunca colaba. Después había que quitar la nieve que se acumulaba en la puerta, a palas, para poder salir a la calle y ¡hala! a hacer el camito que desde mi casa se me hacía un caminito un tanto largo. Al volver a casa con aquel frio metido en el cuerpo, me pegaba a la estufa de carbón hasta que me salían cabritillas en las piernas, a veces me acercaba tanto que más de un recuerdo guardo en mis rodillas. Pero a pesar de las inclemencias del tiempo, de lo poco acondicionadas que se tenían las casas y de llevar las patucas al aire, creo que todos tuvimos una infancia feliz en nuestra Herrera. Yo por lo menos así la recuerdo, a pesar de los pesares.
Al levantarme por la mañana, veía desde la ventana la nevada que había fuera y pensaba, ¡dios, y hay que ir al cole! En esos momentos me dolía la tripa, la garganta, tenía fiebre........, pero como era el cuento de cada día casi nunca colaba. Después había que quitar la nieve que se acumulaba en la puerta, a palas, para poder salir a la calle y ¡hala! a hacer el camito que desde mi casa se me hacía un caminito un tanto largo. Al volver a casa con aquel frio metido en el cuerpo, me pegaba a la estufa de carbón hasta que me salían cabritillas en las piernas, a veces me acercaba tanto que más de un recuerdo guardo en mis rodillas. Pero a pesar de las inclemencias del tiempo, de lo poco acondicionadas que se tenían las casas y de llevar las patucas al aire, creo que todos tuvimos una infancia feliz en nuestra Herrera. Yo por lo menos así la recuerdo, a pesar de los pesares.