A mi también me ha gustado mucho recordar a Don Ismael y que por fin, gracias a Piedad, podamos verle en una foto.
Cuando tenía cinco años estuve unos días en Ventosa y probablemente me puse ciega disfrutando de esos exquisitos productos del cerdo que hacían mis tías, además de jugar mucho con Reyes en la panadería Talega, aún vivían allí en esa época, año 62. El caso es que a la vuelta me puse mala, ya casi deshidratada de tanto vomitar, tanto que mis padres ya me veían en el otro mundo. Ismael, gran amigo de mi padre, le echó de menos en la partida vespertina y le extrañó tanto su ausencia que se pasó por mi casa. Cuándo vio el panorama, enseguida se dio cuenta que lo que tenía era un cólico acetónico, ACETONA. El médico no había dado con ello y mi cuerpo no retenía líquido alguno por mucho que bebiera.
Gracias a Ismael y a la Pepsicola, sí, sí, a la Pepsicola, parece que esta bebida tiene poderes curativos, aquí estoy todavía. También recuerdo a su mujer, maestra de Villabermudo y su casa en el Paseo de los Tilos. Creo que se mudaron a Sabadell.
No tenía hijos y quizás por este motivo era especialmente simpático y cariñoso con los niños. Claro que por mucho que se esforzara era difícil sacarnos una sonrisa cuando aparecía con la jeringuilla
Cuando tenía cinco años estuve unos días en Ventosa y probablemente me puse ciega disfrutando de esos exquisitos productos del cerdo que hacían mis tías, además de jugar mucho con Reyes en la panadería Talega, aún vivían allí en esa época, año 62. El caso es que a la vuelta me puse mala, ya casi deshidratada de tanto vomitar, tanto que mis padres ya me veían en el otro mundo. Ismael, gran amigo de mi padre, le echó de menos en la partida vespertina y le extrañó tanto su ausencia que se pasó por mi casa. Cuándo vio el panorama, enseguida se dio cuenta que lo que tenía era un cólico acetónico, ACETONA. El médico no había dado con ello y mi cuerpo no retenía líquido alguno por mucho que bebiera.
Gracias a Ismael y a la Pepsicola, sí, sí, a la Pepsicola, parece que esta bebida tiene poderes curativos, aquí estoy todavía. También recuerdo a su mujer, maestra de Villabermudo y su casa en el Paseo de los Tilos. Creo que se mudaron a Sabadell.
No tenía hijos y quizás por este motivo era especialmente simpático y cariñoso con los niños. Claro que por mucho que se esforzara era difícil sacarnos una sonrisa cuando aparecía con la jeringuilla