Leyendas de la Valdavia y Boedo-Ojeda
El texto es el original del libro si alguien lo quiere no tiene mas que pedirmelo y gustosamente se lo enviare.
El Baile del Cementerio
Herrera de Pisuerga. Baños de la Peña.
En el mes de diciembre o a primeros de año, tenía lugar en muchos sitios una fiesta, parecida al Carnaval, en que gentes de estratos sociales popu¬lares, se disfrazaban vistiendo ropas de gobernantes, aristócratas y obis¬pos y, entre bailes y risas, se burlaban de los pomposos rituales usados por entonces. A veces se elegía un obispillo (niño que se vestía de obis¬po y llevaba una mitra de cartón). En algunas catedrales asistía a víspe¬ras y misa mayor y se organizaba una ceremonia de burlesco acata¬miento.
El remoto origen de esta manifestación, entre carnavalesca y religiosa, aparece en las saturnalias romanas con la inversión de clases, en que por un día se transformaban los amos en esclavos y los esclavos en amos. Se trataba, pues, de una farsa, una burla que giraba en torno al cambio o trueque de los papeles sociales.
Otra fiesta parecida era la del baile del cementerio. Consistía en reunio¬nes en las iglesias o cementerios anexos con procesiones y danzas que se hacían al anochecer, en una especie de mezcla fantástica de duendes, ánimas y aparecidos, donde los participantes parecían dominar con la risa el miedo a los muertos. Es lo que se ha venido llamando "fiestas de locos".
En el Sínodo del obispo palentino D. Alvaro de Mendoza celebrado er 1582, hubo que tomar en consideración estas costumbres. Encontramos que la gente se reunía en las iglesias por la noche a venerar a los santos. A veces eran reuniones de cofrades, pero eso había degenerado en reu¬niones profanas y bailes... "con título y color de devoción cometen en ellas (las iglesias) muchas ofensas contra Dios Nuestro Señor y además de esto comen y beben supérfluamente y dicen muchos cantares desho¬nestos y hacen danzas y otras cosas indecentes. Por ende estatuimos -. ordenamos que los clérigos, antes de que sea anochecido, cierren las puertas de las iglesias".
Estas reuniones también las había en la ermita de la Virgen de la Calle, que estaba en la calle de San Bernardo. La misma Sta. Teresa, al referir¬se a su convento de Palencia que estaba al lado de dicha ermita dice que había mucho ruido por la noche: "... como velaba allí mucha gente y la ermita estaba sola, no todos iban allí por devoción. Ello se va reme¬diando." {Libro de las Fundaciones, cap. 23).
En algunos sitios, había un día fijo para el baile del cementerio. Era e 28 de diciembre, seguramente partiendo del culto a la muerte de los Inocentes. En otros, eran otros días distintos. En todo caso, las cofradías de Animas tenían una participación importante, recogiendo tamfc e-limosnas para enterrar a los pobres. En los llamados "bailes de ánimas" los cofrades, disfrazados, pedían limosna que la gente daba, en muchos casos, "para que no regresasen los muertos".
Hemos encontrado varios vestigios de ese tipo de fiestas en la provincia. Por ejemplo en Baños de la Peña. Allí se organizaban estas danzas en el atrio de la iglesia y en el cementerio. Las oscuras noches de invierno con el silbar del viento en los montes cercanos debían hacer fantasmagórico el espectáculo de gente disfrazada recorriendo las tumbas gritando y bailando.
Y es que la festividad y la fantasía, hoy en crisis, eran para nuestros ante-pasados un componente importante de sus vidas. Y celebraban fiestas er que rompían la monotonía para entrar en un mundo diferente. El mundo de las historias fantásticas de duendes y aparecidos que se dominaban
con la risa y el baile de los cementerios, seguramente ayudaría también, como decimos, a superar el miedo a la muerte.
La alegría de vivir, el sueño de lo irreal o imposible, el reírse de la misma muerte han hecho más soportable nuestro mundo y más llevadera la existencia de muchas personas cuya vida, durante siglos, no tuvo otro horizonte que la subsistencia.
Esta costumbre de los bailes debía estar muy extendida. En la Silva Palentina encontramos el curioso "Milagro de los que bailaban en la iglesia mientras decían misa":
Mientras se celebraba la misa de vigilia de Navidad, un grupo de die¬ciocho hombres y quince mujeres hacían una danza en el cementerio, cantando y bailando con mucho regocijo. El sacerdote envió a decir que callasen, pero ellos siguieron con su jolgorio. Enojado el cura dijo: "Plegué a Dios que en todo el año no dejéis de bailar". Y en todo un año no dejaron de bailar y cantar y no cayó sobre ellos agua, nieve, ni el cansancio ni el hambre les hizo mudar de allí.
Llegada la siguiente Navidad, el obispo les absolvió y se cuenta que algunos murieron luego, otros durmieron tres días y tres noches segui¬dos y otros quedaron toda su vida con un temblor en todos sus miem-bros. (1)
LEYENDAS DE LAVALDAVIAY BOEDO-OJEDA
Pero, aunque algunas renacen últimamente, las fiestas de hoy han per¬dido su fuerza. Durante siglos el cristianismo nos proporcionó fiestas que mantenían nuestras raíces con el pasado y nuestra confianza en el futuro. Hoy esas fiestas o han desaparecido o se han devaluado. Pensemos en Navidad o Nochevieja o Pascua que ya no tienen el pro¬fundo sentido que tuvieron.
Aquellos símbolos religiosos que nos mantuvieron en contacto con nuestro pasado y encendían nuestra esperanza en el futuro ya no son lo que fueron. «El hombre occidental de hoy se consume en un triste pre¬sente sin salida o se gasta en la persecución de metas que se tornan ceni¬za en su mano».
La desaparición de esta ridiculización del boato religioso o político supuso un cambio en la cultura de Occidente, un debilitamiento de nuestra capacidad para la fantasía y la fiesta. Sigue siendo necesario señalar "momentos de holganza que nos recuerden que ni siquiera un producto nacional bruto de proporciones astronómicas o la supresión total del desempleo pueden salvar a los hombres".<5)
Efectivamente, sin momentos de fiesta, la vida no sería humana. El talan¬te festivo y la fantasía constituyen una necesidad imperiosa en la vida de todo hombre. El baile del cementerio alegraba a los más pobres y les ayudaba a soportar una dura existencia.
<1) Arcediano del Alcor: Silva Palentina, p. 79. Palencia ed. 1976.
(2) Visita del Ldo. Juan de Luna, visitador Gral. en nombre de D. Cristóbal de
Valtodano, obispo de Palencia, ante Pedro de Ventosa, notario de visita. Iglesia
de Sta. Ana de Herrera de Pisuerga. 15 de agosto de 1 565. Archivo Diocesano.
0) Ángeles Luz y Ma Concepción Prieto, «Palabras más típicas de Palencia»
en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Madrid, 1 945.
<4) El Laberinto de la Soledad, México, 1 959.
<5) Vid. Harvey Cox: The Feast oí Fools. Essay on Festivity and Fantasy. 1 969, Harvard University Press. En España: Las Fiestas de Locos. Taurus Ediciones.
El texto es el original del libro si alguien lo quiere no tiene mas que pedirmelo y gustosamente se lo enviare.
El Baile del Cementerio
Herrera de Pisuerga. Baños de la Peña.
En el mes de diciembre o a primeros de año, tenía lugar en muchos sitios una fiesta, parecida al Carnaval, en que gentes de estratos sociales popu¬lares, se disfrazaban vistiendo ropas de gobernantes, aristócratas y obis¬pos y, entre bailes y risas, se burlaban de los pomposos rituales usados por entonces. A veces se elegía un obispillo (niño que se vestía de obis¬po y llevaba una mitra de cartón). En algunas catedrales asistía a víspe¬ras y misa mayor y se organizaba una ceremonia de burlesco acata¬miento.
El remoto origen de esta manifestación, entre carnavalesca y religiosa, aparece en las saturnalias romanas con la inversión de clases, en que por un día se transformaban los amos en esclavos y los esclavos en amos. Se trataba, pues, de una farsa, una burla que giraba en torno al cambio o trueque de los papeles sociales.
Otra fiesta parecida era la del baile del cementerio. Consistía en reunio¬nes en las iglesias o cementerios anexos con procesiones y danzas que se hacían al anochecer, en una especie de mezcla fantástica de duendes, ánimas y aparecidos, donde los participantes parecían dominar con la risa el miedo a los muertos. Es lo que se ha venido llamando "fiestas de locos".
En el Sínodo del obispo palentino D. Alvaro de Mendoza celebrado er 1582, hubo que tomar en consideración estas costumbres. Encontramos que la gente se reunía en las iglesias por la noche a venerar a los santos. A veces eran reuniones de cofrades, pero eso había degenerado en reu¬niones profanas y bailes... "con título y color de devoción cometen en ellas (las iglesias) muchas ofensas contra Dios Nuestro Señor y además de esto comen y beben supérfluamente y dicen muchos cantares desho¬nestos y hacen danzas y otras cosas indecentes. Por ende estatuimos -. ordenamos que los clérigos, antes de que sea anochecido, cierren las puertas de las iglesias".
Estas reuniones también las había en la ermita de la Virgen de la Calle, que estaba en la calle de San Bernardo. La misma Sta. Teresa, al referir¬se a su convento de Palencia que estaba al lado de dicha ermita dice que había mucho ruido por la noche: "... como velaba allí mucha gente y la ermita estaba sola, no todos iban allí por devoción. Ello se va reme¬diando." {Libro de las Fundaciones, cap. 23).
En algunos sitios, había un día fijo para el baile del cementerio. Era e 28 de diciembre, seguramente partiendo del culto a la muerte de los Inocentes. En otros, eran otros días distintos. En todo caso, las cofradías de Animas tenían una participación importante, recogiendo tamfc e-limosnas para enterrar a los pobres. En los llamados "bailes de ánimas" los cofrades, disfrazados, pedían limosna que la gente daba, en muchos casos, "para que no regresasen los muertos".
Hemos encontrado varios vestigios de ese tipo de fiestas en la provincia. Por ejemplo en Baños de la Peña. Allí se organizaban estas danzas en el atrio de la iglesia y en el cementerio. Las oscuras noches de invierno con el silbar del viento en los montes cercanos debían hacer fantasmagórico el espectáculo de gente disfrazada recorriendo las tumbas gritando y bailando.
Y es que la festividad y la fantasía, hoy en crisis, eran para nuestros ante-pasados un componente importante de sus vidas. Y celebraban fiestas er que rompían la monotonía para entrar en un mundo diferente. El mundo de las historias fantásticas de duendes y aparecidos que se dominaban
con la risa y el baile de los cementerios, seguramente ayudaría también, como decimos, a superar el miedo a la muerte.
La alegría de vivir, el sueño de lo irreal o imposible, el reírse de la misma muerte han hecho más soportable nuestro mundo y más llevadera la existencia de muchas personas cuya vida, durante siglos, no tuvo otro horizonte que la subsistencia.
Esta costumbre de los bailes debía estar muy extendida. En la Silva Palentina encontramos el curioso "Milagro de los que bailaban en la iglesia mientras decían misa":
Mientras se celebraba la misa de vigilia de Navidad, un grupo de die¬ciocho hombres y quince mujeres hacían una danza en el cementerio, cantando y bailando con mucho regocijo. El sacerdote envió a decir que callasen, pero ellos siguieron con su jolgorio. Enojado el cura dijo: "Plegué a Dios que en todo el año no dejéis de bailar". Y en todo un año no dejaron de bailar y cantar y no cayó sobre ellos agua, nieve, ni el cansancio ni el hambre les hizo mudar de allí.
Llegada la siguiente Navidad, el obispo les absolvió y se cuenta que algunos murieron luego, otros durmieron tres días y tres noches segui¬dos y otros quedaron toda su vida con un temblor en todos sus miem-bros. (1)
LEYENDAS DE LAVALDAVIAY BOEDO-OJEDA
Pero, aunque algunas renacen últimamente, las fiestas de hoy han per¬dido su fuerza. Durante siglos el cristianismo nos proporcionó fiestas que mantenían nuestras raíces con el pasado y nuestra confianza en el futuro. Hoy esas fiestas o han desaparecido o se han devaluado. Pensemos en Navidad o Nochevieja o Pascua que ya no tienen el pro¬fundo sentido que tuvieron.
Aquellos símbolos religiosos que nos mantuvieron en contacto con nuestro pasado y encendían nuestra esperanza en el futuro ya no son lo que fueron. «El hombre occidental de hoy se consume en un triste pre¬sente sin salida o se gasta en la persecución de metas que se tornan ceni¬za en su mano».
La desaparición de esta ridiculización del boato religioso o político supuso un cambio en la cultura de Occidente, un debilitamiento de nuestra capacidad para la fantasía y la fiesta. Sigue siendo necesario señalar "momentos de holganza que nos recuerden que ni siquiera un producto nacional bruto de proporciones astronómicas o la supresión total del desempleo pueden salvar a los hombres".<5)
Efectivamente, sin momentos de fiesta, la vida no sería humana. El talan¬te festivo y la fantasía constituyen una necesidad imperiosa en la vida de todo hombre. El baile del cementerio alegraba a los más pobres y les ayudaba a soportar una dura existencia.
<1) Arcediano del Alcor: Silva Palentina, p. 79. Palencia ed. 1976.
(2) Visita del Ldo. Juan de Luna, visitador Gral. en nombre de D. Cristóbal de
Valtodano, obispo de Palencia, ante Pedro de Ventosa, notario de visita. Iglesia
de Sta. Ana de Herrera de Pisuerga. 15 de agosto de 1 565. Archivo Diocesano.
0) Ángeles Luz y Ma Concepción Prieto, «Palabras más típicas de Palencia»
en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Madrid, 1 945.
<4) El Laberinto de la Soledad, México, 1 959.
<5) Vid. Harvey Cox: The Feast oí Fools. Essay on Festivity and Fantasy. 1 969, Harvard University Press. En España: Las Fiestas de Locos. Taurus Ediciones.