Baile del Cementerio en Herrera de Pisuerga
En Herrera hubo que mandar un visitador en 1565. Él nos describe muy detalladamente cómo era el baile del cementerio:
"Otrosí atento que por vista de ojos vio el Sr. Visitador que en esta villa hay una costumbre y superstición diabólica y pestilencial, en que el día de Na Sa de agosto, en la noche componen un altar en el cementerio con un dosel de seda y ponen en el dicho altar la imagen del señor S. Roque muy compuesta y delante de ella, con todo desacato y descomedimien-
to están muchos hombres y mancebos y otras personas, hombres y muje¬res, bailando y danzando y tañendo tamborinos e instrumentos y otras personas con rodelas y armas y disfraces deshonestos y se siguen muchos ruidos, alteraciones y enojos y el dicho cementerio, altar e ima¬gen del santo glorioso son deshonestados, profanados con las bárbaras profanidades y deshonestidades que dichos seglares hacen, consumien¬do dos o tres horas de la noche en estas profanidades y liviandades de que Dios N° Señor y su iglesia se ofende y al querido santo, en vez de honrarle y servirle le hacen notoria injuria, ofensa y agravio. Por tanto exhortó y mandó 1o, 2o y 3o en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión mayor y la maldición de Dios eterna y de cada diez duca¬dos para la obra de la iglesia, que de aquí en adelante ninguna persona, clérigo y lego, hombre y mujer, mozo y moza de catorce años arriba, sea osado a componer altar u oratorio en la iglesia ni en su cementerio la noche de Ntra. Señora ni otra noche o día alguno ni sean osados a can¬tar y bailar y hacer otros regocijos semejantes ni desemejantes, ni dis¬fraces ni deshonestidades y pongan el dicho santo ni altar ni otra ima-gen en otro lugar alguno para hacer lo semejante so la dicha pena. Lo contrario haciendo puso y promulgó en los rebeldes y cada uno de ellos sentencia de excomunión mayor y mandó a los curas tengan en cuenta con lo ejecutar y asentar para que se haga la execución de las penas y denuncien por públicos excomulgados en sus iglesias y no los admitan a las horas y oficios divinos hasta que vengan a obediencia de la Santa Madre Iglesia." (2)
Como vemos, estas celebraciones empezaron a ser reprimidas hace mucho tiempo y las relacionadas con la muerte, como el baile del cementerio, han desaparecido hace muchos años. La permisividad de unos tiempos dio paso a la intolerancia de otros y con castigos y ame¬nazas fueron eliminándose estas costumbres. Quizá esa ridiculización de lo religioso, esa parodia de lo social en que los tontos eran reyes y los monaguillos obispos, había llevado a la afirmación vitalista y a la irreverencia lúdica de bailar en el cementerio. Y no podía permitirse tal cosa. Por eso se amenazaba con la peor pena: la excomunión.
Pensemos lo terrible que tenía que ser una excomunión. El condenado quedaba maldito y separado de los demás. Veamos el texto de una "des-
comunión mayor" en nombre del obispo de León dada en 1655, a cuya diócesis pertenecieron muchos pueblos de Palencia:
«Malditos sean los sobredichos y el pan y carne y pescado y otras vian¬das que comieren; y el vino y el agua que bebieren; y la tierra que pisa¬ren y la cama en que durmieren; y las vestiduras que traxeren y las bes¬tias con que anduvieren; y sus mujeres, si lo saben y no lo declaran, luego sean viudas y sus hijos huérfanos y mendigos que anden mendi¬gando por el mundo y no hallen quien les acoxa; así se deshagan como la sal en el agua; y así se encoxan como la correa en el fuego; y así se desmedren como la vestidura que se trae cada día; y vengan sobre ellos y quien los encubre, las plagas y maldiciones que Dios Nuestro Señor, echó sobre la gente de Egipto, Sodoma, Gomorra, Datan y Abirón y los cien mil caballeros que, vivos, se los sorbió la tierra por sus grandes y enormes pecados; y les anatematicedes con todas ias maldiciones con¬tenidas en el salmo: Deus lauden mean nota queris. Y en el responso Rebelabum coeli iniquitate Judea. Y con todas las otras plagas y maldi¬ciones que la santa Madre Iglesia tiene contra los quebrantadores y per¬tinaces desobedientes al precepto de ella, y no usedes de así lo hacer y cumplir hasta que los rebeldes vengan a obediencia y mandato de la Santa Madre Iglesia y veades mi carta de absolución de la dicha exco¬munión general".
También llegó la prohibición a Baños de la Peña. D. Ventura López Cangas envió al Arcipreste del partido una Carta-Orden para que se leyera y copiase en los Libros Parroquiales: «Habiendo llegado a enten¬der, con bastante desconsuelo nuestro, que en muchos pueblos de este Obispado se ha experimentado que continúa el abuso de bailes en las iglesias, sus atrios y cementerios...» (Año 1 777).
El Concilio de Basilea (1431) ya había condenado estas prácticas que, desde luego, no eran exclusivas de Palencia, Herrera o Baños de la Peña. Muchos pueblos las contaban entre sus costumbres y tradiciones y per¬sistieron muchos años a pesar de la prohibición. Ni siquiera desaparecie¬ron completamente cuando fueron declaradas pecado grave. Proscritas en el interior de las iglesias, los bailarines se trasladaban al claustro o al atrio y continuaban en el cementerio, próximo o unido a la iglesia.
Pero existía también otro tipo de danzas. En el Libro de Cuentas del Santuario de Na Señora del Otero (Congosto deValdavia) hay constancia de varias partidas de dinero empleado en los danzantes de la Virgen. Era otro tipo de baile. Nos consta en este caso que en honor de la Virgen y, seguramente también en olvidarse de la dura realidad cotidiana, se gas¬taron en una ocasión 180 reales en comprar una novilla, veintitantos en aderezarla y 120 reales en vino para acompañar el convite. La fiesta y la danza contaban en este caso con buenos bebedores.
Estas fiestas de locos, ánimas y carnavales, estaban íntimamente relacio-nadas. Incluso en el vocabulario de Alba de Cerrato encontramos la palabra carnaval con el significado de 'fiesta de la cofradía de las Animas'. (3)
Precisamente hoy día, son los Carnavales los herederos de estas antiguas tradiciones. Olvidados los obispillos y cementerios, se han trasladado las parodias y burlas a las fiestas de Carnaval, llenas de procesiones o desfiles, carrozas de disfraces, etc. celebrándose en unas fiestas que han renacido con fuerza, olvidando su origen de pórtico de la Cuaresma.
Cambiando el tono de las fiestas religiosas de hoy, en nuestros tiempos surgen también nuevas parodias. Una de ellas hemos conocido en León. Es el famoso "entierro de Cenarín". Se celebra la noche del Jueves Santo y consiste en recorrer múltiples calles visitando tascas y tabernas bebien¬do vasos de limonada y aun copas de aguardiente (lo que se llama "matar judíos"). El jolgorio termina de madrugada con la repetición fes¬tiva del entierro de Cenarín, famoso borrachín que murió al amanecer de un Viernes Santo, hace ya bastantes años, atropellado por el primer camión de la basura que hubo en León. La seriedad y solemnidad de las fiestas de la Pasión, encuentran en esta parodia festiva un contrapunto que para muchos raya en la irreverencia.
Octavio Paz{4) nos dice que durante una fiesta se violan las jerarquías y las situaciones de preeminencia social. Nos burlamos del ejército, la ley, la iglesia. Nos imaginamos por un momento que vivimos en ese mundo, libre y sin represiones, de nuestras esperanzas y fantasías
En Herrera hubo que mandar un visitador en 1565. Él nos describe muy detalladamente cómo era el baile del cementerio:
"Otrosí atento que por vista de ojos vio el Sr. Visitador que en esta villa hay una costumbre y superstición diabólica y pestilencial, en que el día de Na Sa de agosto, en la noche componen un altar en el cementerio con un dosel de seda y ponen en el dicho altar la imagen del señor S. Roque muy compuesta y delante de ella, con todo desacato y descomedimien-
to están muchos hombres y mancebos y otras personas, hombres y muje¬res, bailando y danzando y tañendo tamborinos e instrumentos y otras personas con rodelas y armas y disfraces deshonestos y se siguen muchos ruidos, alteraciones y enojos y el dicho cementerio, altar e ima¬gen del santo glorioso son deshonestados, profanados con las bárbaras profanidades y deshonestidades que dichos seglares hacen, consumien¬do dos o tres horas de la noche en estas profanidades y liviandades de que Dios N° Señor y su iglesia se ofende y al querido santo, en vez de honrarle y servirle le hacen notoria injuria, ofensa y agravio. Por tanto exhortó y mandó 1o, 2o y 3o en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión mayor y la maldición de Dios eterna y de cada diez duca¬dos para la obra de la iglesia, que de aquí en adelante ninguna persona, clérigo y lego, hombre y mujer, mozo y moza de catorce años arriba, sea osado a componer altar u oratorio en la iglesia ni en su cementerio la noche de Ntra. Señora ni otra noche o día alguno ni sean osados a can¬tar y bailar y hacer otros regocijos semejantes ni desemejantes, ni dis¬fraces ni deshonestidades y pongan el dicho santo ni altar ni otra ima-gen en otro lugar alguno para hacer lo semejante so la dicha pena. Lo contrario haciendo puso y promulgó en los rebeldes y cada uno de ellos sentencia de excomunión mayor y mandó a los curas tengan en cuenta con lo ejecutar y asentar para que se haga la execución de las penas y denuncien por públicos excomulgados en sus iglesias y no los admitan a las horas y oficios divinos hasta que vengan a obediencia de la Santa Madre Iglesia." (2)
Como vemos, estas celebraciones empezaron a ser reprimidas hace mucho tiempo y las relacionadas con la muerte, como el baile del cementerio, han desaparecido hace muchos años. La permisividad de unos tiempos dio paso a la intolerancia de otros y con castigos y ame¬nazas fueron eliminándose estas costumbres. Quizá esa ridiculización de lo religioso, esa parodia de lo social en que los tontos eran reyes y los monaguillos obispos, había llevado a la afirmación vitalista y a la irreverencia lúdica de bailar en el cementerio. Y no podía permitirse tal cosa. Por eso se amenazaba con la peor pena: la excomunión.
Pensemos lo terrible que tenía que ser una excomunión. El condenado quedaba maldito y separado de los demás. Veamos el texto de una "des-
comunión mayor" en nombre del obispo de León dada en 1655, a cuya diócesis pertenecieron muchos pueblos de Palencia:
«Malditos sean los sobredichos y el pan y carne y pescado y otras vian¬das que comieren; y el vino y el agua que bebieren; y la tierra que pisa¬ren y la cama en que durmieren; y las vestiduras que traxeren y las bes¬tias con que anduvieren; y sus mujeres, si lo saben y no lo declaran, luego sean viudas y sus hijos huérfanos y mendigos que anden mendi¬gando por el mundo y no hallen quien les acoxa; así se deshagan como la sal en el agua; y así se encoxan como la correa en el fuego; y así se desmedren como la vestidura que se trae cada día; y vengan sobre ellos y quien los encubre, las plagas y maldiciones que Dios Nuestro Señor, echó sobre la gente de Egipto, Sodoma, Gomorra, Datan y Abirón y los cien mil caballeros que, vivos, se los sorbió la tierra por sus grandes y enormes pecados; y les anatematicedes con todas ias maldiciones con¬tenidas en el salmo: Deus lauden mean nota queris. Y en el responso Rebelabum coeli iniquitate Judea. Y con todas las otras plagas y maldi¬ciones que la santa Madre Iglesia tiene contra los quebrantadores y per¬tinaces desobedientes al precepto de ella, y no usedes de así lo hacer y cumplir hasta que los rebeldes vengan a obediencia y mandato de la Santa Madre Iglesia y veades mi carta de absolución de la dicha exco¬munión general".
También llegó la prohibición a Baños de la Peña. D. Ventura López Cangas envió al Arcipreste del partido una Carta-Orden para que se leyera y copiase en los Libros Parroquiales: «Habiendo llegado a enten¬der, con bastante desconsuelo nuestro, que en muchos pueblos de este Obispado se ha experimentado que continúa el abuso de bailes en las iglesias, sus atrios y cementerios...» (Año 1 777).
El Concilio de Basilea (1431) ya había condenado estas prácticas que, desde luego, no eran exclusivas de Palencia, Herrera o Baños de la Peña. Muchos pueblos las contaban entre sus costumbres y tradiciones y per¬sistieron muchos años a pesar de la prohibición. Ni siquiera desaparecie¬ron completamente cuando fueron declaradas pecado grave. Proscritas en el interior de las iglesias, los bailarines se trasladaban al claustro o al atrio y continuaban en el cementerio, próximo o unido a la iglesia.
Pero existía también otro tipo de danzas. En el Libro de Cuentas del Santuario de Na Señora del Otero (Congosto deValdavia) hay constancia de varias partidas de dinero empleado en los danzantes de la Virgen. Era otro tipo de baile. Nos consta en este caso que en honor de la Virgen y, seguramente también en olvidarse de la dura realidad cotidiana, se gas¬taron en una ocasión 180 reales en comprar una novilla, veintitantos en aderezarla y 120 reales en vino para acompañar el convite. La fiesta y la danza contaban en este caso con buenos bebedores.
Estas fiestas de locos, ánimas y carnavales, estaban íntimamente relacio-nadas. Incluso en el vocabulario de Alba de Cerrato encontramos la palabra carnaval con el significado de 'fiesta de la cofradía de las Animas'. (3)
Precisamente hoy día, son los Carnavales los herederos de estas antiguas tradiciones. Olvidados los obispillos y cementerios, se han trasladado las parodias y burlas a las fiestas de Carnaval, llenas de procesiones o desfiles, carrozas de disfraces, etc. celebrándose en unas fiestas que han renacido con fuerza, olvidando su origen de pórtico de la Cuaresma.
Cambiando el tono de las fiestas religiosas de hoy, en nuestros tiempos surgen también nuevas parodias. Una de ellas hemos conocido en León. Es el famoso "entierro de Cenarín". Se celebra la noche del Jueves Santo y consiste en recorrer múltiples calles visitando tascas y tabernas bebien¬do vasos de limonada y aun copas de aguardiente (lo que se llama "matar judíos"). El jolgorio termina de madrugada con la repetición fes¬tiva del entierro de Cenarín, famoso borrachín que murió al amanecer de un Viernes Santo, hace ya bastantes años, atropellado por el primer camión de la basura que hubo en León. La seriedad y solemnidad de las fiestas de la Pasión, encuentran en esta parodia festiva un contrapunto que para muchos raya en la irreverencia.
Octavio Paz{4) nos dice que durante una fiesta se violan las jerarquías y las situaciones de preeminencia social. Nos burlamos del ejército, la ley, la iglesia. Nos imaginamos por un momento que vivimos en ese mundo, libre y sin represiones, de nuestras esperanzas y fantasías