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HERRERA DE PISUERGA: LAS DOCE UVAS DEL CEMENTERIO...

LAS DOCE UVAS DEL CEMENTERIO

Aquel 31 de diciembre de los años setenta era un día gélido, el frío y las chispas de nieve que de vez en cuando se dejaban ver hacia que la gente se tapase hasta las orejas y era buen momento para que en vez de un completo con su copita de coñac, fueran dos (o las que se terciasen) las copas que alegrasen la tarde antes de cambiar el año.
He aquí que en una distendida conversación de amigos en la que se hablaba de lo divino y lo humano, de espíritus y otras apariciones se llegó a la conclusión de que pocas personas podían permanecer por la noche en el cementerio sin pasar miedo o tener un buen susto, en esto, que alguien tuvo la genial idea de que se podían celebrar las doce uvas esa misma noche en el cementerio, entre risas y efluvios de alcohol, solo le ocurrió a uno decir la frase famosa que hace saltar todos los resortes de cualquiera. “NO HAY COJON….”.
Bien pues dicho y hecho a las 11.30 de la noche se vio bajar a dos jóvenes de aquella animada conversación hacia el cementerio de Herrera para llevar a cabo la propuesta de celebrar dentro del cementerio el evento de las doce uvas. Bajaban los dos pertrechados de manta, en plan poncho, de uvas, botella de cava con sus correspondientes copas y, como no, un reloj despertador de aquellos que tenían arriba el martillo con las campanas, con la idea de poner la alarma a las doce de la noche y así poder celebrar las uvas y después regarlas con champan.
Lo que allí pasó aquella noche no se supo pues los dos valientes juraron nunca contar lo que allí aconteció, eso si se les vio subir blancos y pálidos como si lo hubiesen celebrado con los muertos.

PERO FUE VERDAD O MENTIRA.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
No se si será verdad o mentira. Lo que sí se es que mi padre empezó a ir de pequeño, con el suyo, a la ermita y al cementerio a las 12 de la noche de los días de nochebuena y nochevieja.
Yo fui bastantes veces con él era una tradición también venía mi hermano. La rutina consistía en salir de casa a las 11:45, el frío hacía que el ritmo del paseo fuera ligero, llegábamos a la ermita, rezábamos una salve, nos dirigíamos al cementerio y desde la puerta nos acordábamos de los nuestros y vuelta a casa.
Posteriormente ... (ver texto completo)