Razòn tienes, Angel.
La verdad que desde esta
plaza salùian varios autobuses.
Ahora, bien, a diario y casi perpetuo, estaba el "
coche de Manolo".
Que olor tan peculiar desprendia el autobùs. Y que trabajo daba, alguna vez a Manolo el ponerlo en marcha. Cuando se ponìa duro en el arranque, habìa que situarlo, empujàndolo en la
carretera y dejarlo caer por la cuesta de la misma en el
Castillo, a fìn de ponerlo en marcha con el embrague.
Recuerdos.
Cordiales saludos.