Corrían principios de los años setenta cuando me operaron de apendicitis. En la habitación aledaña a la mía estaba Santos Morante postrado y con muchos dolores, recuerdo verle, como tenia dentro de las sabanas unas varillas a modo de semicírculos para que la sabanas superiores no tocaran sus pies pues el mismo roce de estas le producían dolor, aquel afable hombre me sonreía pesa a su sufrimiento y le gustaba hablar conmigo, una vez que me operaron a mi nos comunicábamos levantando la voz (por no decir voceando) yo le oía reír y ami me producía gran alivio, estaba con el su mujer, no se si se llamaba quizás Keta o Kati, no recuerdo muy bien, pero también era muy cariñosa.
Un día deje de oír a Santos.
Vaya desde aqui mi recuerdo para el y su señora.
Un día deje de oír a Santos.
Vaya desde aqui mi recuerdo para el y su señora.