A Piedad Arroyo, una de las dueñas del
cine y que despachaba las entradas en la taquilla enfrente de la
parroquia de
Santa Ana, la oí decir que con la venida de la televisión la gente ya no iba tanto al cine. Me hace pensar que fue por la época en que las televisiones empezaron a entrar en las
casas de Herrera.