Perdónenme si peco de atrevimiento, pero es triste comprobar cómo los herrerenses están ahora más preocupados por el precio de la residencia de ancianos que por el cierre inminente y definitivo de la fábrica de queso, puntal del empleo en la localidad durante varias generaciones. Así las cosas, resulta inevitable pensar que este pueblo tiene más pasado que futuro. Y lo que es peor, a casi nadie aquí parece importarle.