El señor Cayo se empinó, cortó un carraspo de la rama más baja y lo introdujo en la escriña, sacando el rabo por el agujero. Se llegó al chamizo, cogió el humeón y rellenó de paja el depósito. Parsimoniosamente raspó un fósforo y le prendió fuego. La paja ardía sin llama, como un pequeño brasero de picón de encina. Depositó el humeón en el suelo, tomó con un dedo una pella de miel y huntó las hojas exteriores del carraspo.
DVSC p. 94
-¿Me alcanza el humeón?
-¿El fuelle ese?
-El fuelle, sí señor. ... (ver texto completo)
DVSC p. 94
-¿Me alcanza el humeón?
-¿El fuelle ese?
-El fuelle, sí señor. ... (ver texto completo)