Cómo ha cambiado nuestra tierra. Uno recuerda los veranos secos y calurosos, de los amplios ratrojos sin sombras y sin agua. El campo parecía un auténtico desierto por el que daba respeto caminar por miedo a las insolaciones y la desihadratación. Ahora uno puede encontrar zonas floridas por los girasoles, que alegran el paisaje y vetean de amarillo y verde diferentes zonas del paisaje. Y sacar vistosas fotos como la que aquí se recoge. Las montas y los girasoles conforman un bello paisaje que no...