Un monje, un bandido, un pintor, un avaro y un sabio viajaban en compañía. Una tarde, cuando ya anochecía, se cobijaron en una cueva. "¿Cabe imaginar un sitio más adecuado para erigir una ermita?" dijo el monje. "¡Qué refugio para los fugitivos de la ley!" Exclamó el bandido. El pintor murmuró: "¡Qué temas para el pincel estas rocas y los juegos de la antorcha con sus sombras!" El avaro repuso: "Un lugar excelente para esconder un tesoro". El sabio había escuchado a los cuatro. Luego dijo: "¡Qué hermosa cueva!" (Apólogo chino del Pe-Yu-King)
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