El balance de la infancia de tristezas y dichas en el medio rural, vista en su conjunto, es de felicidad. Aunque no faltan las penas ni los disgustos, la infancia parece casi sólo una etapa de la vida llena de encantos. Su tiempo es tiempo dilatado y más largo que el del resto de la vida. En el pueblo de Daniel también ocurre así. Daniel tiene una enorme losa sobre su existencia: su padre la ha condenado a progresar. “Le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto”. El sufrimiento no era solamente suyo, era de todos: “Lo peor es que de esto nadie sacaba provecho. Daniel, el Mochuelo, jamás lo comprendería. Su padre sufriendo, su madre sufriendo y él sufriendo (...) pero eso hubiera sido truncar el camino, resignarse a que Daniel, el Mochuelo, desertase de progresar” (El camino, de Miguel Delibes: la “circunstancia” rural de Daniel, el Mochuelo, Jorge Urdiales Yuste).