¿Cómo se calentaban las casas en el invierno?
Podemos decir que gracias al monte que siempre hemos tenido con esos robles, nunca creo que hubiera problemas para poder tener una buena lumbre baja (la hornacha como se denominaba).
Esta leña en lo que yo recuerdo, se conseguía cada año con la tala que el ayuntamiento daba y que al mismo tiempo servia para ir quitando la maleza que estorbaba.
Cada vecino recogía su parte y con los carros y las vacas, se lo llevaban a sus casas donde preparaban una buena leñera para cuando llegara el invierno tenerlo preparado. (lo que no recuerdo es si era totalmente gratis, o tenían que pagar alguna cantidad).
No siempre se podía guardar bajo techado y mas de una vez y con una buena nevada encima, había que salir a la calle y partirlo con el consiguiente dolor de uñas...
Había otro tipo de leña, que eran las urces y las cepas; (estas eran sus raíces que como es lógico se encontraban debajo de la tierra y que a la hora de extraerlas, era bastante costoso y había que utilizar un buen pico y unas cuantas horas hasta conseguir un carro).
Para encender la lumbre de abajo (la hornacha), se ponía un puñado de urces debajo, para que pudiera encender la leña con las hojarascas y luego ya se ponían los maderos mas gordos.
Las urces hacían un papel muy importante cuando se encendía el horno para hacer el pan.
(de este tema ya hablaremos con detalle).
Como he dicho anteriormente, las cepas eran las raíces de las urces y era un buen combustible sobre todo para la cocina de carbón (llamada la bilbaína).
Con ellas se preparaba una buena base, para una vez bien prendidas, poder llenarla de Carbón y de esta forma tenerla lista para guisar y sobre todo poner el horno a punto para asar aquellos chicharros tan ricos que nos vendía el amigo e inolvidable Anguy.
No se me ha podido olvidar una de las meriendas que mi madre nos tenia preparada el dia que ponía cocido para comer.
Recuerdo que de aquellos hermosos panes que hacían en las horneras, nos partía una rebanada de lado a lado del pan, nos la untaba con el tocino del cocido y nos la metida en el horno. Cuando salíamos de la escuela, estaba con todo el tocino deshecho y el pan crujiente.
Alguna vez cuando se lo he hecho a mis hijos, no les ha parecido una cosa del otro mundo. “ Que pena que no sepan valorar las cosas tan sencillas, pero tan esquilitas”.
De la cocina de carbón, (la bilbaína) no creo que os pueda descubrir nada, por que creo que en la actualidad, sigue presente en las casas.
Con las cepas bien partidas, también llenábamos el cesto cuando nos tocaba llevarle a la escuela para prender aquella estufa que teníamos en aquellos inviernos tan fríos, que cuando se hacia la hora de irnos a casa, era cuando empezaba a hacer calor... (eso si no teníamos que tener la ventana abierta por el humo que salía..)
Según me cuenta mi hermana, ellos tuvieron menos suerte. Dice que cada dia le tocaba llevar a uno en una lata un braserillo para que se calentara el maestro...
Así que imaginaros el frió que pasarían los niños.
Como podréis apreciar, la calefacción era muy particular..
Las cocinas que era el lugar donde permanecíamos y hacíamos la vida en el invierno, estaban mas o menos acondicionadas; pero no quiero ni contaros cuando íbamos a la cama...
Yo recuerdo que mi madre metía unos ladrillos de esos macizos en el horno y a la hora de acostarnos, les envolvía en una toalla y aquello era una delicia.
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En su momento contaremos a todo lo que nos dedicábamos en la cocina a lo largo de aquellos inviernos sin tele ni radio.
Podemos decir que gracias al monte que siempre hemos tenido con esos robles, nunca creo que hubiera problemas para poder tener una buena lumbre baja (la hornacha como se denominaba).
Esta leña en lo que yo recuerdo, se conseguía cada año con la tala que el ayuntamiento daba y que al mismo tiempo servia para ir quitando la maleza que estorbaba.
Cada vecino recogía su parte y con los carros y las vacas, se lo llevaban a sus casas donde preparaban una buena leñera para cuando llegara el invierno tenerlo preparado. (lo que no recuerdo es si era totalmente gratis, o tenían que pagar alguna cantidad).
No siempre se podía guardar bajo techado y mas de una vez y con una buena nevada encima, había que salir a la calle y partirlo con el consiguiente dolor de uñas...
Había otro tipo de leña, que eran las urces y las cepas; (estas eran sus raíces que como es lógico se encontraban debajo de la tierra y que a la hora de extraerlas, era bastante costoso y había que utilizar un buen pico y unas cuantas horas hasta conseguir un carro).
Para encender la lumbre de abajo (la hornacha), se ponía un puñado de urces debajo, para que pudiera encender la leña con las hojarascas y luego ya se ponían los maderos mas gordos.
Las urces hacían un papel muy importante cuando se encendía el horno para hacer el pan.
(de este tema ya hablaremos con detalle).
Como he dicho anteriormente, las cepas eran las raíces de las urces y era un buen combustible sobre todo para la cocina de carbón (llamada la bilbaína).
Con ellas se preparaba una buena base, para una vez bien prendidas, poder llenarla de Carbón y de esta forma tenerla lista para guisar y sobre todo poner el horno a punto para asar aquellos chicharros tan ricos que nos vendía el amigo e inolvidable Anguy.
No se me ha podido olvidar una de las meriendas que mi madre nos tenia preparada el dia que ponía cocido para comer.
Recuerdo que de aquellos hermosos panes que hacían en las horneras, nos partía una rebanada de lado a lado del pan, nos la untaba con el tocino del cocido y nos la metida en el horno. Cuando salíamos de la escuela, estaba con todo el tocino deshecho y el pan crujiente.
Alguna vez cuando se lo he hecho a mis hijos, no les ha parecido una cosa del otro mundo. “ Que pena que no sepan valorar las cosas tan sencillas, pero tan esquilitas”.
De la cocina de carbón, (la bilbaína) no creo que os pueda descubrir nada, por que creo que en la actualidad, sigue presente en las casas.
Con las cepas bien partidas, también llenábamos el cesto cuando nos tocaba llevarle a la escuela para prender aquella estufa que teníamos en aquellos inviernos tan fríos, que cuando se hacia la hora de irnos a casa, era cuando empezaba a hacer calor... (eso si no teníamos que tener la ventana abierta por el humo que salía..)
Según me cuenta mi hermana, ellos tuvieron menos suerte. Dice que cada dia le tocaba llevar a uno en una lata un braserillo para que se calentara el maestro...
Así que imaginaros el frió que pasarían los niños.
Como podréis apreciar, la calefacción era muy particular..
Las cocinas que era el lugar donde permanecíamos y hacíamos la vida en el invierno, estaban mas o menos acondicionadas; pero no quiero ni contaros cuando íbamos a la cama...
Yo recuerdo que mi madre metía unos ladrillos de esos macizos en el horno y a la hora de acostarnos, les envolvía en una toalla y aquello era una delicia.
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En su momento contaremos a todo lo que nos dedicábamos en la cocina a lo largo de aquellos inviernos sin tele ni radio.